CAMPOS. TIERRA DE PAN Y VINO
Las gentes forasteras, que no son de aquí, cuando se refieren a estos territorios de la meseta palentina, conocidos con acierto como “Tierra de Campos”, les llaman simplemente Campos, porque todo lo que allí se ve es tierra, siLn más, tierras descaradamente desnudas, que se alargan hasta el infinito, sin nada que se interponga en su visión y todo ello es de su misma naturaleza, sin nada distinto que llame la atención del viajero.
Ya lo dijo el poeta:
“Que llaman Tierra de Campos
lo que son campos de tierra”.
Muchos de estos pueblos de esta interminable llanura, además de tener su correspondiente nombre propio, que los distingue de los demás, tienen un sobrenombre o apellido que los iguala a todos y es siempre el mismo “Campos”, que es lo que predomina y que claramente los define como son y donde se encuentran.
Tierras llanas, entre caminos y veredas, que se descuelgan en suaves laderas, se elevan en sencillas lomas, otras se pierden llaneando, coloreando su recorrido con rojizas tonalidades que alternan con otros rojos, amarillentos y grisáceos, que transmiten la seriedad de un paisaje dominado por los vientos del norte, que abaten y moldean la desierta superficie, ocupada, aquí y mas allá, por grupos de casas, construidas la mayoría de ellas, también de tierra, con adobes y tapiales.
Tierra de Campos fue el granero de Castilla, y lo fue cuando el grano de trigo era oro y como oro que era, su posesión no era fácil, exigía esfuerzo y sacrificio humano y así, estos hombres de la meseta triguera, fueron esclavos de la misma tierra, que compensándolos les daba de comer, comida frugal y escasa.
Y así es el título de este escrito, que hoy traemos a colación, que corresponde a un artículo que llena las primeras páginas de un recetario tradicional de la Tierra de Campos palentina, publicado hace años, por una institución denominada Araduey-Campos, amante de estas tierras y de estos campos.
Transmite algo de lo que fue la batalla que todos los años libraban los labradores con una tierra indómita y exigente, que no se dejaba fácilmente dominar, trabajos y padeceres que no hay que olvidar, por eso estas gentes tienen un necesario recuerdo en este, también, humilde rincón.
Dice así con el mismo título:
Agustina Díez, natural de Villaturde y vecina de Villoldo, nos recuerda a sus 87 años que Campos era una tierra de pan y vino. Todo giraba en torno a la siembra y a la cosecha y eso determinaba el plato en la mesa. Legumbres y sopas saciaban el hambre pero sin duda el plato más socorrido todo el año era el cocido. De eso pueden dar fe los agosteros contratados en Carrión, que de San Pedro a San Antolín marcaban el ritmo en la cocina ya que en lo apalabrado entraba la pensión completa. Y como los días eran largos , se comía seis veces. La bebida era otro alimento generoso, ya que cada persona consumía de dos a tres litros de vino en botija redonda con pitorro. Vale la pena en honor a esos jornaleros del campo contar someramente uno de sus interminables días, que poco variarían de un lado a otro de la comarca. A las doce de la noche salían a acarrear la mies hasta las cuatro de la mañana que hacían un alto para desayunar queso de oveja, cebolla y pan. Pasarían cinco horas acarreando y esparciendo hasta que a las nueve de la mañana almorzaban sopas hervidas o patatas con sebo y pimentón. Después acometían la trilla y ese era el momento en que dormían a relevos, entre holladura y holladura. A la una y media, mientras se daba vuelta a la paja, llegaba la esperada comida, sopa de cocido con fideos, garbanzos con repollo,carne de oveja vieja, relleno, chorizo y tocino, de postre cebolla. La labor continuaba y hacia las siete de la tarde unos aparvaban y otros iban a por el último carro de mies tras merendar queso con cebolla, alguna onza de chocolate o fruta.
A las nueve se cenaba patatas con bacalao. Y de diez a doce dormían, para repetir el mismo horario todos los días hasta el último, que se celebraba con un menú especial llamado botifuera. Dicho de otra forma, gallina en pepitoria, pues las aves de corral y las palomas era otro recurso culinario de familias con posibles, especialmente en momentos festivos.
José Herrero Vallejo
José Herrero Vallejo
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