lunes, 8 de febrero de 2016

Una pasión necesaria

UNA PASIÓN NECESARIA

    De la otra vida, aquella que los seres humanos, al dejar este mundo, quieren volver a vivir, dicen algunos de ella  que es pasión inútil, pero a su vez, también dicen, que esta  creencia es  necesaria para poder vivir, para seguir viviendo con ilusión en el mundo terrenal.

   No se resignan los seres humanos a convertirse en polvo de los caminos, a desaparecer sin más. No nos llena o no es suficiente una vida terrenal pletórica y llena, aunque  pueda haber dejado huella tangible de felicidad. No es suficiente. Somos demasiado ambiciosos y necesitamos vivir más. Nos apasiona vivir más, después de haber vivido, aunque sea de otra forma, que tampoco conocemos, pero que deseamos.

    La inquietud por este futuro, no nos deja vivir el presente. Muchos, haciendo uso de una fe de creencia viva, intentan tranquilizarse reflexionando acerca de estos misterios transcendentales de la vida, una vida fundamentada en "seguir siendo después". Esta creencia de fe plena, la utilizamos como herramienta terrenal defensiva, llenando así este espacio vacío que nos atormenta y que, de alguna manera, es necesario colmar, simplemente creyendo con fe, lo que no conocemos, para alcanzar la tranquilidad en este  vivir terrenal.

  Fieles a estos mandatos, muchos se ofuscan en la austeridad y sacrificios corporales aquí en la tierra, para alcanzar y ocupar después lugar preferente y acomodado en aquél otro mas allá, tan desconocido. Necesitados de su existencia, no se dan cuenta, quizá, de que  la sensación de felicidad que ellos  piensan y esperan  disfrutar en el "más allá", es  realmente lo que les hace ser felices aquí, en el mundo terrenal donde están.
  
 Otras gentes, por el contrario, seguros de sí mismos, hacen caso omiso de la fe salvadora, de las creencias religiosas, y se afianzan en el uso de la razón y del raciocinio que nos presta un ente desconocido  que reside en nosotros mismos, buscando en él respuesta a este misterio,sin conseguirlo.

  No solamente tenemos cuerpo, como lo tienen también los otros seres vivientes, sino que poseemos algo distinto que nos hace ser superiores a todos ellos. No se sabe, ni se conoce quién es, ni en donde está este aliciente  intangible y sabio que nos lleva a razonadas creencias. Para salir del paso, a ese espíritu eterno,  le dieron el nombre de "alma", cargado de raciocinio que dicen que existe en nosotros, pero que no se sabe o no se conoce con certeza. Dicen que somos cuerpo y alma, y salvar el alma, dicen también, es objeto terrenal de prioridad. Buscándolo, quizá resida, tal vez, en el intelecto del propio ser humano, en ese órgano blanquecino, brillante, reluciente y latiente, tan semejante en todos los humanos, que  como almendra blanquecina,  se encuentra alojado por igual en el cuerpo de todos los seres humanos, pero que él mismo, a su vez, nos hace a todos tan diferentes y desiguales en pensamientos y creencias, tan dispares a unos de otros.

 Pero ese alma que reside en nosotros, ese alma que dicen es nuestro, que forma parte de nosotros mismos, pero que desconocemos, ese alma responsable que nos hace ser superiores, y que utilizamos como herramienta de acceso a la eternidad, si realmente a él se debe la capacidad de raciocinio humano, y su existencia se debe a las funciones mentales del propio intelecto, a nuestra superioridad animal, es un alma que camina hacia la nada cuando llega el tormento de la degeneración celular, cuando el cerebro se arruga y da síntomas de no llegar más allá, de perder lo que tenía,el alma se muere, la enfermedad neurológica, la demencia nos ha dejado espiritualmente huérfanos.

Quizá el cielo que buscamos, alejándonos de nuestra presunción de superioridad, se encuentre aquí, en la tierra, en la vida que vivimos y nuestra felicidad depende del uso que hagamos de un vivir racional.

El cerebro, nuestro cerebro, es el órgano más desconocido y complejo del universo. No sabemos de él, no lo conocemos, y tampoco podremos conocerlo aunque pretendamos que ello sea posible alguna vez o en algún milenio lejano. El no nos lo permitirá. Por eso, nosotros, los humanos, tan ufanos de nuestra existencia, es mejor que  no preguntemos por él, pues  como dicen los que saben,  el ser humano es mas feliz, vive más y mejor cuanto menos le sometamos a examen,cuanto menos sepamos de él. El cuerpo deja esqueleto, el alma solo el recuerdo espiritual en el alma de aquellos que, en espera, se quedaron.

Un amigo y conocido escritor, me dijo que escribir sobre estos temas, no está bien visto, que es tabú para la sociedad, que prefiere ignorarlo, pues produce desorientación, desasosiego e inquietud. Sí, yo también lo creo, pero no lo podemos eludir.


José Herrero Vallejo
 
" Si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra, el alma  quiere ser cielo en el cielo"

Lope de Vega en Rimas  sacres, publicadas en 1.614
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domingo, 7 de febrero de 2016

Una iglesia madrileña con corazón palentino


Una iglesia madrileña con corazón palentino

                                                    a mi hijo Lorenzo        


     La glorieta madrileña dedicada a Joaquín Sorolla, a pesar de llevar nombre tan atrayente, todo el mundo la conoce como Iglesia, una zona popular del Madrid castizo en constante bullicio, a la que contribuye una estación de Metro del mismo nombre y las importantes calles que en ella confluyen.

Esta glorieta se encuentra en el mismo corazón del distrito de Chamberí, la almendra madrileña, ese trozo del viejo Madrid que los madrileños de antes quisieron conservar su nombre, en recuerdo de todos aquellos patriotas que, con su sangre y vida, arrojaron de aquel lugar, entonces baldío, al regimiento francés de ocupación denominado Chambéry,  que había asentado allí su poder, lugar en donde se encuentra hoy la misma Plaza de Chamberí. Es un respeto al pasado que tomaron los madrileños de entonces, y que debían de tener en cuenta los madrileños de hoy, que con tanta facilidad, eliminan los signos o recuerdos de un pasado, que a pesar de todo, no deja de ser pasado e historia.

  En un lateral de esta amplia glorieta, se encuentra una iglesia, la parroquia de Chamberí, llamada de Santa Teresa y Santa Isabel, que a pesar de sus dos torres, no consigue la esbeltez de muchas de sus hermanas madrileñas, pero, sin embargo, sus muros están impregnados de humanidad y amor popular, de truculenta historia, de avatares y fe religiosa, de sucesos y aventuras. Su construcción se inició, con fervoroso ardor, en 1.842, contando con trabajos de los propios vecinos del barrio, con aportaciones de materiales de construcción de empresarios madrileños, donativos de feligreses, patronazgo del gobierno, cuestaciones en la Puerta del Sol, del arzobispado de Toledo, fondos de obras de teatro y hasta de una corrida de toros, y de la misma Reina Isabel II. Se inauguró en el año 1.856 con vocación popular, pues con ella construyeron también una escuela y un pequeño hospital, con especial dedicación a la mendicidad y pobreza de las gentes.

  Tiene historias y avatares que contar. Una de sus anécdotas está relacionada con la Reina Isabel II, la cual, como es muy conocido, sufrió un intento de asesinato el 2 de febrero de 1.852, por el cura Martín Merino que  le asestó una puñalada en el pecho  cuando acudió a la iglesia de Nuestra Señora de Atocha, a dar gracias por el feliz alumbramiento de su hija, que después, el pueblo madrileño, conoció con el nombre de la Chata. Condenado a muerte, este clérigo politizado y sanguinario, en el trayecto al patíbulo, pasó la comitiva delante de esta iglesia y aseguró el clérigo “esta iglesia se hundirá después de que me maten a mi•”. Y así fue…una de sus torres se derrumbó, no porque el cura tuviera poderes, como se comprobó más tarde, sino que fue debido a un defecto de construcción.

En 1.936 el templo fue incendiado, quemado y derribado hasta sus propios cimientos, por lo que perdió, para siempre, todas las riquezas que acumulaba. Nacida del deseo popular de querer, recobró fuerzas, y el templo fue surgiendo de nuevo de la nada, con el esfuerzo generalizado de las gentes de Chamberí. En la temporada 1.942-1.949, recobró el aspecto que hoy tiene, persistiendo, como en sus inicios, una especial dedicación a cumplir con la ley de la caridad cristiana.

Las personas conocedoras del arte y la cultura, al comentar la descripción de este templo, le tachan de estilo neobarroco exuberante, pues, en su glorioso interior, se encuentran representadas, en un gran número de capillas, imágenes, cuadros pictóricos, toda una colección de santos y vírgenes, como si fuera un manual de santos de andar por casa, que derrochan curiosidad e interés.

Pero al entrar en el templo, allí donde está el altar mayor, los ojos se quedan extasiados y fijos, la mirada es presa inmediata y queda prendida en un retablo reluciente de esplendor y belleza, que llena, por así decirlo, aquel grandioso lugar, la joya de la parroquia. Pero al mirarlo con ojos castellanos, se encuentra en él algo ya conocido, como si su disposición y estilo fuera el recuerdo de otros templos de la vieja Castilla. Y realmente es así, pues estuvo este grandioso retablo, de estilo barroco del siglo XVII, durante siglos, presidiendo el altar mayor de la iglesia parroquial de San Pelayo, de un pueblo de la tierra palentina, Villaumbrales de Campos, que los tiempos le llevaron a ser menos. Fue vendido en tiempos de derrota, de ruina, cuando ya las viejas iglesias del patrimonio eclesiástico palentino necesitaban ayuda arquitectónica, a la diócesis de Madrid en 1.946, por el módico precio de 20.000 pesetas. Tristemente lo que queda  de esta iglesia de San Pelayo, en el hoy humilde Villaumbrales de Campos, no es nada más que el recuerdo, una hermosa torre que languidece en la llanura, enfrentando su senectud a la inclemencia del tiempo y de las gentes, preguntándose en su soledad, que por qué se llevaron también entonces sus piedras de sillar y la dejaron tan pobre y sola.


José Herrero Vallejo