sábado, 30 de abril de 2016

Jorge Manrique

              Abril es de Jorge Manrique       

                  



Retrato de Jorge Manrique por
Juan de Borgoña (1492-1536),
pintor renacentista, introductor
de nuevas técnicas pictóricas en Castilla.
Se encuentra en la Casa de Cultura de Toledo.
Jorge Manrique está  vivo entre nosotros  a pesar de haber sido  un personaje secundario  totalmente eclipsado por la fama y arrogancia  de un padre dominante, el gran don Rodrigo Manrique de Lara, en cuyo sepulcro  del Monasterio  de Uclés, donde fue enterrado, dicen que había una inscripción,  que decía  “Aquí yace muerto un hombre que vivo dejó su nombre”. Sin embargo, mucho tiempo después, nosotros recordamos  al famoso Don Rodrigo Manrique, no porque fuera Gran Maestre de la Orden de Caballería de Santiago, no porque fuera primer Conde de Paredes de Nava,   no porque venciera en 24 gloriosas batallas a bandera desplegada, no porque fuera llamado en su tiempo el “segundo Cid”, no por haber sido Comendador de Segura de la Sierra, sino por ser únicamente el padre de un hijo, que abatido y desconcertado por pérdida tan grande, hablando el lenguaje íntimo del alma, supo llorar la  muerte de su padre  en unas coplas llenas de sentimiento y cordura, en  bellas y armoniosas estrofas ensartadas en la sublime meditación de un amoroso  recuerdo. Quiso Don Jorge inmortalizar a su padre, y fueron sus Coplas las  que a él mismo inmortalizaron

       Dicen que Don Jorge fue un hijo acuñado por la vigorosa personalidad  paterna, que la guerra fue un destino al que su educación le había llevado, pero que su forma natural de ser,  tenía que estar necesariamente  ligada a una persona sensible, tierna, dotada de lirismo, de fuerza expresiva, de capacidad intuitiva, de reflexión, de melancolía.

         La muerte de su padre, acaecida en la villa de  Ocaña en Noviembre de 1.476, quizá liberó a Jorge de las apreturas de la coraza de guerra, de la violencia de las armas y, distendido, sin ser consciente de ello, ensanchó su alma de poeta  deslizándose los pensamientos de su mente hacia los caminos de la métrica y de la rima, de la genialidad, de la inspiración, descuidando todo aquello  que de la guerra   había aprendido de su padre.

       Y así debió de ocurrir, pues lo hechos de armas que se sucedieron desde entonces, no fueron venturosos para nuestro personaje. En 1477, meses después de la muerte de su padre, en una confrontación armada, fue militarmente vencido y preso en la villa de Baeza, y necesitó para ser liberado, el perdón y consentimiento de los Reyes. Dicen sus biógrafos que fue en esta época, aceptando que las coplas no debieron de escribirse de un tirón, si no en varios fragmentos, cuando Don Jorge, aprovechando un paréntesis de meditación, debió de escribir algunos de estos fragmentos o incluso  el ajuste total del poema. 

   Don Jorge Manrique de Lara, Comendador de Montizón, Caballero Trece de la Orden de Caballería de Santiago, Capitán de las Hermandades de Toledo, fue el caballero elegido por Isabel la Católica para defender sus aspiraciones a la corona de Castilla frente a las poderosas  huestes del marqués de Villena, partidario de Doña Juana "la Beltraneja".

     Y en el anochecer de una tarde del día 24 de abril de 1479, frente a los grises muros del Castillo de Garcimuñoz, el cuerpo guerrero de don Jorge, con 39 años, lleno de amor, de lirismo, de poesía, de genialidad, fue mortalmente herido por su contrincante . Pedro Baeza.

     Entre sus ropas, dicen, encontraron papeles de versos ensangrentados, como si ellos fueran los últimos suspiros de este sublime poeta, cuyo destino hizo que fuera también guerrero.
 o.






Las coplas de Jorge Manrique. Televisión Española. 1973
Paisaje con figuras. Televisión Española.
Paco Ibáñez. Coplas de Jorge Manrique.

viernes, 29 de abril de 2016

Jorge Manrique a través del tiempo



JORGE MANRIQUE A TRAVÉS DEL TIEMPO

Abril es de Jorge Manrique

                                                 a José Manuel Ortega Cézar



Son estos días de abril tiempos melancólicos para la poesía castellana, pues acostumbra el mundo literario y cultural a recordar, en esta época, a un palentino, a un genio de la poesía castellana que abandonó este mundo en violenta acción de guerra, en la incipiente primavera de 1479. Guiomar, su esposa y especialmente sus hijos, Luís y Luisa, heredaron entonces, tras su muerte, los bienes materiales que poseía, entre ellos, aquel lugar tan familiar, tan amado, hoy todavía en pie, el castillo de Montizón,  del que dijo don Jorge:

La fortaleza nombrada
está en los altos alcores
de una cuesta,
sobre una peña tajada
maciza toda de amores,
muy bien puesta;

Castillo de Montizón
Todos heredamos desde entonces, y para siempre, el rico tesoro de su genialidad poética, herencia que ha nutrido el sentir y el pensar   de numerosos escritores de todas las épocas, que de una u otra forma, han expresado, en sus escritos, este sentido manriqueño. Esta amplia y profunda huella, este rastro estelar que dejó su arte en la literatura española, ha sido recogido con amor, profesionalidad y querencia manriqueña por mi amigo José Manuel Ortega Cézar en un libro titulado “Jorge Manrique a través del tiempo” recientemente publicado, y editado por la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha. Ardua y singular tarea la de este escritor, tarea que nació de antiguo en el ambiente de una casa solariega que ocupa en la actualidad el lugar donde el poeta murió, pues dice la historia que Don Jorge entregó su alma a Dios en Santa María del Campo Rus, donde transcurrió la infancia y adolescencia de José Manuel, y en donde retumban con sonoridad los versos manriqueños.

Situado en Belmonte de la Sierra que posteriormente pasó
a llamarse Villamanrique en honor a su señor Rodrigo
Manrique, conde de Paredes de Nava, que consiguió la
independencia de esta villa respecto a Torre de San Juan Abad,
consiguiendo el título de la villa (provincia de Ciudad Real).
Jorge Manrique sigue vivo entre nosotros, no solamente por la admiración y el asombro que la rima y la métrica de sus Coplas nos produce, sino también, y muy especialmente, por su mensaje, que hilvanado en bellas estrofas y sentidos pesares, sigue atormentando a la mente de los seres humanos, a los seres humanos de antes, de entonces, de ahora y probablemente de siempre. La fugacidad de nuestro tiempo, lo efímero de los bienes terrenales, la vida como camino hacia la muerte, los vaivenes de la fortuna, atormentan al poeta que machaconamente se pregunta ¿dónde están? ¿qué fue de ellos?, ¿dónde están ahora? Son las mismas preguntas que nosotros nos hacemos hoy, y a pesar de los siglos transcurridos, sigue siendo el silencio la respuesta a tan transcendental pregunta, un silencio existencial que nos lleva en lo desconocido a buscar cobijo y amparo en creencias espirituales, creencias tranquilizadoras de nuestra propia existencia. Fue la muerte de un padre idolatrado el cerrojo que abrió la puerta a una emoción vital contenida del poeta, y con la elegancia de un genio abatido, vistió con bellos recursos literarios lo que realmente fue para él un desahogo que le sirvió para vaciar sus angustias y, tal vez, al así contarlas, tranquilizar su alma, como si de una confesión se tratara.

Son pues estas Coplas a la muerte de su padre, además de una joya literaria sin par, una profunda reflexión moral para aquellos que sepan extraer la esencia de tan singular mensaje. Es esta esencia, tan bellamente expresada, la que mantiene viva la obra de un palentino, olvidado en su tierra.



José Herrero Vallejo

jueves, 28 de abril de 2016

La última morada de Jorge Manrique

                                      
LA ÚLTIMA MORADA DE JORGE MANRIQUE

Abril es de Jorge Manrique


En estos días primaverales del mes de abril, viene a mi memoria, el recuerdo de  Uclés,  pues acostumbra el mundo literario y cultural a recordar, en esta época. a un genio de la poesía castellana, a un palentino que abandonó este mundo en violenta acción de guerra, en la incipiente primavera de 1.479 y su cuerpo allí descansa, en tierras manchegas. Como nadie es profeta en su tierra, tenemos que ser otros, los que  utilizando los espacios periodísticos que amablemente sus directores nos brindan, el recordar a este genio,  sintiendo que estas tierras castellanas, tan olvidadizas e indiferentes para todo lo que es suyo, no terminen de encontrar los espacios culturales adecuados que les permita celebrar el recuerdo de aquellos hechos históricos, y de aquellos personajes que les dieron gloria y lustre.

Castillo de Uclés (situado en la provincia de Cuenca), antigua fortaleza musulmana conquistada por cristianos, 
pasó a ser la cabecera de la famosa Orden de Caballería de Santiago, iniciada su reconstrución por Carlos I y finalizada 

en los tiempos de Felipe V. Se conservan las torres originales de arquitectura musulmana. Ha sido llamado El Escorial 

de La Mancha.

Es Uclés un pueblo conquense situado en  la gran meseta de la Mancha, y a simple vista. parece que se encuentra  en calma, como si  todo perteneciera ya al  pasado, pero sin embargo, yo creo que  no lo está, incluso  ahora, en estos tiempos de paz. Sus oscuras y grisáceas moles de piedra, organizadas en amenazante fortaleza, sobre un alto inexpugnable, parece que ojean desconfiadas el horizonte, temerosas todavía hoy de  incursiones guerreras enemigas.

No en balde  fueron sus murallas, durante muchos siglos, frontera con el moro, combatieron en cien batallas defendiendo a sus moradores y, sus desconfiados muros, han visto tantos horrores, que no quieren saber de tiempos de paz. Tienen  estas piedras, en su ser, muchas historias de muerte, y en su memoria está aquel hecho  que terminó con  el único varón heredero de la corona de Castilla y León, el  amado Infante don Sancho, único  hijo varón de Alfonso VI y de  la mora Zaida. Apenas con diez años de edad, al frente de las  tropas de su padre, su juventud fue masacrada en un enfrentamiento con los moros enemigos, al igual que siete condes castellanos que le acompañaban. Y así un sin fin de luchas y batallas, ataques audaces  que nunca  consiguieron rendir  por la fuerza a tan pétrea fortaleza,  y mas cosas que no es necesario contar

Y es allí, en el monasterio que fue priorato de la famosa Orden de Santiago, en donde se encuentra enterrado, junto a su padre, aquél guerrero poeta, que en el anochecer de una tarde del día 24 de abril de 1.479, frente a los grises muros del Castillo de Garcimuñoz, el cuerpo de don Jorge, con 39 años, lleno de amor, de lirismo, de poesía, de genialidad, fue mortalmente herido. Entre sus ropas, encontraron papeles de versos ensangrentados, como si ellos fueran los últimos suspiros de este sublime poeta, cuyo destino hizo que fuera también guerrero.

Dice la historia que hizo testamento y… José Manuel Ortega Cézar, empedernido admirador de Manrique, ante tan triste acontecimiento, en sus escritos, angustiado, se pregunta: ¿Viajaría desde Montizón o Toledo su esposa doña Guiomar?, ¿Le acompañarían en su último destino sus hijos Luís y Luisa a pesar de su corta edad? ¿Vendría Gómez Manrique desde Toledo, donde era corregidor, pues a pesar de rondar los 70 años es probable que emprendiera el viaje para despedir a su sobrino predilecto? ¿Estaría allí su tío Iñigo Manrique, nombrado obispo de Jaén y Baeza años antes? ¿Estarían presentes los caballeros Trece de la Orden de Santiago?  ¿Acudiría su  hermano Pedro Manrique, segundo conde de Paredes de Nava, comendador de Segura, primogénito entonces de esta famosa familia palentina?

 Los siglos, los olvidos del pasado, las restauraciones y otros tantos acontecimientos sucedidos en esta mole arquitectónica, han borrado el lugar  de su última morada, y sus huesos  yacen confundidos, con otros muchos desconocidos, sin distinciones, en algún lugar del monasterio. Al final tenía razón Manrique, la muerte iguala a todos. El lo sabía y lo dijo en sus coplas.




José Herrero Vallejo

martes, 26 de abril de 2016

Garcimuñoz es su nombre

                                                                                                                                                         Garcimuñoz es su nombre                                                                                              

 Abril  es de Jorge Manrique

Castillo de Garcimuñoz antes de su restauración.

  Entre blanquecinos rastrojos estivales, entre un mar de pétalos amarillos que miran siempre al sol, entre campos de verdes olivares, se levanta una montaña de roja tierra, coronada en lo más alto,    por las viejas ruinas de un castillo medieval.

  Torres y murallas, abiertas en hermosos ventanales, se asoman indiscretas a lejanos horizontes perdidos en la distancia, a profundos valles que se extienden a sus pies, que salpicados de almendros y viñedos, en alegre colorido, descienden suavemente hacia las desnudas tierras de la seca planicie.

Entrada al castillo después de su restauración.
    Le llaman castillo de Garcimuñoz, y encaramado allá en lo alto, es solamente el sentido recuerdo de un valiente guerrero a quién Dios hizo poeta, y es también, sin duda, el bello aderezo de un austero paisaje, pues los siglos le robaron sus ánimos guerreros, la nobleza de cuna y hogar de los linajes más altos de la Castilla medieval.

  Se deja ver por caminos que llevan a Valencia, cobijando a un puñado de humildes casas, que amparadas a su vera, llaman Villa del Castillo de Garcimuñoz, y desde allí, parece que se mantiene en pie con esfuerzo, luchando con su vejez, desafiando los vientos que desde la gran llanura de la Mancha llegan hasta él.

  Cuentan que perdió su última batalla hace algunos siglos, cuando dejó de ser guardián de frontera y, desde entonces, jubilado de guerras e intrigas palaciegas, permanece en estas tierras olvidado, ocultando las heridas que en aquellos tiempos le infringieron, heridas de castigo, que no de guerra, pues fue orden de la reina que le fueran desmochadas sus torres y destruido su almenaje, por haber sido traidor a la corona   castellana.

  Fue castillo insignia del poderoso marquesado de Villena, aquél del que decían, “era más reino que señorío”, y su señor y muchos nobles, enfrentaron su poder a las aspiraciones de Isabel a la corona de Castilla y al frente de todos ellos, defendiendo a Juana la Beltraneja, el poderoso arzobispo de Toledo, Don Alonso Carrillo, a quién la leyenda atribuye el dicho ” yo saqué a Isabel de hilar y a hilar ha de volver”.

  Pero Isabel la Católica, que no era menos que sus contrincantes, buscó entre leales castellanos, hombres aguerridos capaces de enfrentarse a tropas tan singulares y los encontró en la llanura palentina de Tierra de Campos, en las ásperas y pardas tierras de Paredes de Nava, gentes de noble cuna y alto linaje, los altaneros y poderosos Manrique de Lara, aquellos que decían “Nos non venimos de reyes, que reyes vienen de nos”.

  Y aquí comienza una historia que termina pronto, pues aunque ganaron, nosotros perdimos. El caballero Trece de la Orden de Santiago, el Comendador de Montizón, el muy señalado capitán de la Hermandad de Toledo, Don Jorge Manrique, fue el elegido para arremeter contra tan difícil cometido.

  Lo que sucedió, ya todos lo sabemos. No importa como lo mataron, ni como fue, un ciento de leyendas, de una u otra forma, lo atestiguan. Lo que importa es que nosotros perdimos un genio de las letras, genio que se recuerda en la bellísima entrada de este triste castillo, pues en fecha 16 de Marzo de 1944, la Real Academia Española colocó una lápida que reza así: Recuerda, caminante, que a las puertas de este castillo se vino la muerte sobre este poeta que mejor la ha cantado en nuestra lengua, el capitán Jorge Manrique...”.

  Las gentes de estos lugares todavía hoy lo recuerdan, escritores y poetas escriben sus alabanzas y monumentos a su persona ocupan lugares preferentes en estos pueblos de la mancha conquense. Todos los años, en fechas de abril, el domingo que sigue al fatídico día 24, la Asociación Cultural Jorge Manrique, en una Jornada Manriqueña, conmemora los tristes acontecimientos con certámenes poéticos y conciertos musicales, realizando visitas a la Cruz de Don Jorge, dónde dicen fue herido, a Santa María de Campo Rús, donde murió, al Monasterio de Uclés donde fue enterrado junto a su padre, el Condestable Rodrigo Manrique.

  En Paredes de Nava, tierra de tan ilustre poeta, no lo olvidamos, no queremos olvidarlo, aunque a veces parece como si ello hubiera sucedido alguna vez. Ahora ya no son posibles tales olvidos, porque de una u otra forma, nos vamos acercando a él, lo vamos haciendo más nuestro, lo tenemos entre nosotros.

  Hace algunos años, muchas gentes de este pueblo, molestas por olvidos tan significativos, emprendieron con ánimo la ardua tarea de materializar el recuerdo de nuestro poeta, coincidiendo con el quinto centenario de su muerte. Hoy disfrutamos de un bello monumento de gran valor artístico, obra de Julio López Hernandez que ensalza la figura de este ilustre paredeño, en un conjunto escultórico que luce en todo su esplendor, allí donde está, en la plaza, a los pies de la torre de la iglesia de Santa Eulalia.

  Todo no debe de quedar aquí. Tomar el ejemplo de estos pueblos que lo vieron morir, puede ser un aliciente para nosotros, que lo vimos nacer.


El Castillo de Garcimuñoz ya se puede visitar después de su restauración.

lunes, 25 de abril de 2016

El "Triángulo Manriqueño"


EL "TRIÁNGULO MANRIQUEÑO"

Abril es de Jorge Manrique

en recuerdo de Cristian Casares

   
Castillo de Garcimuñoz.
 Estas tierras castellanas tan abatidas por los fríos vientos del norte, de naturaleza  áspera y seca, tan olvidadizas e indiferentes para todo lo que es suyo, no terminan de encontrar los espacios culturales adecuados que les permita celebrar el recuerdo de aquellos hechos históricos y de aquellos personajes que les dieron gloria y lustre.

Los meses de Abril, tienen en el mundo de la cultura, un fuerte sabor manriqueño, y se acostumbra en tales fechas a recordar y conmemorar al poeta Jorge Manrique, nacido en tierras palentinas. Pero como nadie es profeta en su tierra, son otras gentes y otros lugares los que tienen que tomar esta iniciativa.

Monolito cerca del castillo que recuerda
el lugar donde don Jorge cayó herido.
Construído en piedra con leyenda y cruz
de hierro. Recibe el nombre de Cruz de Don Jorge.
En el triángulo representa la herida.
La ruta turístico literaria del “Triángulo Manriqueño” ,en tierras de Cuenca, fue bautizada así por mi amigo Cristian Casares primer presidente de la Asociación Cultural Jorge Manrique  en recuerdo al poeta palentino Jorge Manrique, y también es así llamada,  por la forma de lanza que sigue el recorrido sobre el mapa de los tres vértices que forman las villas conquenses de Castillo de Garcimuñoz, Santa María del Campo Rus y Uclés, tres lugares donde discurrió la última etapa de la vida del poeta autor de las famosas “Coplas a la muerte de su padre” Don Rodrigo Manrique.

Durante la jornada dedicada a este “Triángulo Manriqueño”, el viajero podrá tomar contacto con el pasado, y con las sensaciones provocadas, volverá espiritualmente enriquecido de este caminar por tierras conquenses. De forma ininterrumpida, desde 1995, el sábado más próximo al día de la muerte del poeta, el 24 de abril, se reúnen personalidades del mundo de la cultura, junto con numerosos vecinos de los tres municipios, para recorrer este Triángulo Manriqueño, en lo que se ha denominado Jornada Manriqueña, amenizada con diversos actos culturales, recordando la figura del ilustre poeta.

Bello monumento a don Jorge en
Santa María del Campo Rus.
En el triángulo representa la muerte.
 Un hermoso castillo medieval, encaramado en lo alto de roja montaña, lucha con su vejez soportando los vientos que desde la gran llanura de la Mancha llegan hasta él, permaneciendo con esfuerzo en pie para recordarnos que “a un tiro de arcabuz”, como dicen las crónicas, fue herido el guerrero, señalizado el lugar con un monolito que recibe el nombre de Cruz de Don Jorge. El Castillo de Gacimuñoz es, solamente hoy, el sentido recuerdo de un valiente guerrero a quién Dios hizo poeta, y también es, sin duda, el bello aderezo de un austero paisaje que se ve por caminos que llevan a Valencia, cobijando a un puñado de humildes casas que, amparadas a su vera, llaman Villa del Castillo de Garcimuñoz.

Castillo de Uclés reconstruido, donde fue sepultado

don Jorge. En el triángulo representa el enterramiento.
Caminando algunos kilómetros al oeste, por tierras cada vez mas llanas, nos encontramos el segundo vértice del Triángulo Manriqueño, Santa María del Campo Rus, pueblo típicamente manchego, donde el guerrero poeta fue trasladado herido de muerte, entregando aquí su alma pocos días después. En la plaza de la villa existe un monumento que, ensamblado en roelas de piedra, conmemora la muerte de Don Jorge y en “El Prado”, lugar arbolado y frondoso, un gran Monolito de piedra lugareña exhibe esta leyenda: “Caminante que recorres estas tierras, recuerda que en este prado que ahora pisas, a la orilla de río, instaló en el otoño de 1478 su campamento militar el inmortal poeta Don Jorge Manrique, y en él vivió los últimos meses de su vida”. El Centro de Estudios Manriqueños, con ediciones singulares de libros sobre el poeta, y en general, sobre temas de poesía castellana, imaginarios retratos, etc. completan el esfuerzo de este pueblo por honrar a este hombre inmortal.

El pueblo de Uclés es el tercer vértice del triángulo, y sus oscuras y grisáceas moles de piedra, organizadas en amenazante fortaleza, sobre un alto inexpugnable, parece que ojean desconfiadas el horizonte, temerosas todavía hoy de incursiones guerreras enemigas. Hasta aquí fueron traídos los restos del poeta para ser enterrados, junto a su padre, en el gran Monasterio que fue cabeza de la Orden de Santiago.

Hoy no se sabe el lugar exacto de su descanso, pero estas tierras de trigos y cebadas, de olivos y girasoles, de viñas en flor, despiden en Abril olores de poesía manriqueña, y el radiante sol de la Mancha, solícito, acompaña en su recuerdo a estas gentes, que fieles a su pasado, cumplen con el sagrado deber exigido a los  pueblos que aman la cultura.






José Herrero Vallejo

 Clicar:Uclés y Jorge Manrique, el triángulo manriqueño, de Twggy Hirota. Año 2005.




El triángulo manriqueño, Rus y Uclés (Cuenca), de Andrés Campos: http://elviajero-digital.com/?p=1163


<<El triángulo manriqueño>> o cómo redescubrir al auto de las <<Coplas>>, de la redacción de Cuenca del ABC: 
https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/abci-triangulo-manriqueno-o-como-redescubrir-autor-coplas-201804291843_noticia.html

sábado, 23 de abril de 2016

Certamen literario Jorge Manrique


CERTAMEN LITERARIO JORGE MANRIQUE


     
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Monumento a Jorge Manrique en Paredes
de Nava, obra del escultor Julio López Hernández,
Premio Nacional de Escultura de 1978.
     Quiero en primer lugar dar la enhorabuena, y  mi efusiva felicitación, al comité organizador de este Primer Certamen Literario en honor de nuestro insigne poeta Jorge Manrique, pues siempre me ha parecido sorprendente que en el pueblo natal de esta gloria  de la lengua castellana, no se hubiera establecido con anterioridad y  periodicidad anual, algún acto que recuerde y conmemore a nuestro ilustre paisano.

     Por ello quiero dar las gracias, por tan acertada decisión, a la Alcaldesa y a la Corporación Municipal, a la directora y a la coordinadora del Certamen, a profesoras y profesores del Colegio Alonso Berruguete e Instituto de Educación Secundaria Tierra de Campos y como no a “General Dinamyc Santa Bárbara Sistemas” empresa patrocinadora, que de alguna forma  participa ya de la realidad y de los intereses de nuestro pueblo.

Iglesia parroquial de Santa Euralia en Paredes de Nava.
A sus pies el monumento a Jorge Manrique.
      Agradecer a todos vuestra asistencia, alumnos y gentes de Paredes a este acto, aunque realmente pienso que  estamos aquí todos libremente, con la voluntad y el propio deseo de traer a la actualidad el pasado remoto de un genio paredeño que, a pesar de haber dejado este mundo hace 523 años, permanece presente en el ánimo de todos.

      Quiero también felicitar a los niños y jóvenes que han ganado un premio en este Certamen, que ello sea un estímulo y acicate en vuestra vida, los demás, otra vez será, pues yo desde aquí quiero instaros a todos, autoridades, profesores y pueblo de Paredes, para que estos actos tengan continuidad en el futuro, que este certamen literario destinado a niños y jóvenes estudiantes se institucionalice, para que de esta forma Jorge Manrique pueda estar  siempre presente en nuestro vida.

       En Paredes de Nava, tierra de tan ilustre poeta, no lo olvidamos, no queremos olvidar, aunque a veces parece como si ello  hubiera sucedido alguna vez. Ahora  ya no son posibles tales olvidos, porque de una u otra forma, nos vamos acercando a él, lo vamos haciendo más nuestro, lo tenemos entre nosotros.

        Hace algunos años, muchas gentes de este pueblo, molestas por olvidos tan significativos, emprendieron con ánimo la ardua tarea de materializar el recuerdo de nuestro poeta, coincidiendo con el quinto centenario de su muerte. Hoy disfrutamos de un bello monumento de gran valor artístico, obra de Julio López  Hernández que ensalza  la figura de este ilustre paredeño, esperando con ilusión concluir  la segunda fase  del conjunto escultórico, que se inaugurará en estas fechas en el año 2003, para que luzca en todo su esplendor,  allí donde está, a los pies de la torre  de la iglesia de Santa Eulalia. 
  
        No es una casualidad que  en las paredes de esta magnífico salón, aquí  donde estamos, se encuentren grabados en oro, desde hace muchos años, como dijo Lope de Vega, algunos de los bellos poemas que Jorge Manrique escribió a la muerte de su padre. Ellos recuerdan y conmemoran un hecho que la tradición ha establecido como cierto, el nacimiento de Jorge Manrique en Paredes de Nava, queriendo todo ello simbolizar las relaciones profundas que han existido siempre entre estos dos nombres, el de un poeta universal, Jorge Manrique y el de un pueblo de fama y tradición medieval, Paredes de Nava.

Perteneció este poeta a una de las familias más prestigiosas de cuantas había en la Corona de Castilla a fines de la Edad Media,  que fueron denominados "Los Manrique", linaje de rancio abolengo, de gran patrimonio y  poder político, que asentaron,  en esta villa de Paredes de Nava, en tiempos medievales, a partir de 1429. Nos recuerda su presencia los escudos que,  grabados en puertas y dinteles de edificios de nuestro pueblo.Muestran en sus señas de identidad que eran, por sus calderas, señores de mesnada y en sus borduras, que eran señores descendientes de reyes. Eran  aquellos que decían  "Nos no descendemos de Reyes, que Reyes descienden de nos”.


Escudo de armas de Rodrigo Manrique de Lara. En campo de gules dos calderas jaqueladas o ajedrezadas de oro y sable puestas en palo con siete sierpes salientes. Bordura jaquelada de seis leones de gules en campo de oro alternando con seis castillos de oro en campo de gules.

Las calderas significan señal de riqueza, pertenecen a señor de mesnada, capaz de alimentar a su cuerpo de ejército, señor de “pendón y caldera”. En heráldica “campo de gules” es color tojo vivo del fondo del escudo, calderas jaqueladas o dispuestas en cuadrados de color  oro (amarillo) y sable (negro),en palo (una debajo de la otra) con siete sierpes o serpientes como expresión de astucia en color sinople o verde. La bordura del escudo es propia de emparentados con la realeza.



Jorge Manrique   está  vivo entre nosotros, a pesar de haber sido  un personaje secundario, totalmente eclipsado por la fama y arrogancia  de un padre dominante, el gran don Rodrigo Manrique de Lara, en cuyo sepulcro  del Monasterio  de Uclés, donde fue enterrado, dicen que había una inscripción,  que decía  “Aquí yace muerto un hombre que vivo dejó su nombre”. Sin embargo, mucho tiempo después, nosotros recordamos  al famoso Don Rodrigo Manrique, no porque fuera Gran Maestre de la Orden de Caballería de Santiago, no porque fuera primer conde de Paredes de Nava,  no por sus hechos históricos, no porque venciera en 24 gloriosas batallas a bandera desplegada, no porque fuera llamado en su tiempo el “segundo Cid”, no por haber sido Comendador de Segura de la Sierra, sino por ser únicamente el padre de un hijo, que supuestamente abatido y desconcertado por pérdida tan grande, hablando el lenguaje íntimo del alma, supo llorar la  muerte de su padre,  en unas coplas llenas de sentimiento y cordura, en estrofas  tan bellas, tan armoniosas,  que aquellos que alguna vez las hayan leído no podrán por  menos  que recordarlas con emoción. Quiso Don Jorge inmortalizar a su padre y fueron sus coplas las  que a él mismo inmortalizaron.

En Paredes hoy ya no hay nada material que recuerde a los primitivos Manrique. Del alcazar o palacio que dicen las crónicas que  construyó en este pueblo D. Rodrigo  y que estuvo ubicado en lo que hoy llamamos plaza de la Iglesia de San Martín, barbacana que llaman otros, ya no hay nada a excepción de alguna parte de la misma iglesia que pudo pertenecer al palacio y un pozo bellamente embrocado, de grandes dimensiones, en terrenos ahora de casas particulares. En el Catastro del marqués de la Ensenada, se dice que el palacio fue edificado en una bella planta de diseño cuadrado, con muros laterales de unas dimensiones de más 60 metros de lado y que en el siglo XVII se encontraba en ruinas y por tal motivo fue vendido por la propiedad, años mas tarde, a la Compañía constructora  del Canal de Castilla para aprovechar sus piedras de sillería, con las que construyeron lo que conocemos hoy como Casas del Rey y otros restos que se encuentran desperdigados, formando parte de algunas construcciones que conocemos.

        Dicen, que Don Jorge, fue un hijo acuñado por la vigorosa personalidad  paterna, que la guerra fue un destino, al que su educación le había llevado, pero que su forma natural de ser,  tenía que estar necesariamente  ligada a una persona sensible, tierna, dotada de lirismo, de fuerza expresiva,´ de capacidad intuitiva, de reflexión, de melancolía.

        La muerte de su padre, acaecida en la villa de  Ocaña en Noviembre de 1476, quizás liberó a Jorge de las apreturas de la coraza de guerra, de la violencia de las armas y, distendido, sin ser consciente de ello, ensanchó su alma de poeta, deslizándose los pensamientos de su mente hacia los caminos de la métrica y de la rima, de la genialidad, de la inspiración, descuidando todo aquello que había aprendido de su padre.

        Y así debió de ocurrir, pues lo hechos de armas que se sucedieron desde entonces, no fueron venturosos para nuestro personaje. En 1477, meses después de la muerte de su padre, en una confrontación armada, fue militarmente vencido y preso en la villa de Baeza y necesitó para ser liberado, el perdón y consentimiento de los Reyes. Dicen sus biógrafos que fue en esta época, aceptando que las coplas no debieron de escribirse de un tirón, si no en varios fragmentos, cuando Don Jorge, aprovechando un paréntesis de meditación, debió de escribir algunos de estos fragmentos o incluso  el ajuste total del poema.

       Don Jorge Manrique de Lara, Comendador de Montizón, Caballero Trece de la Orden de Santiago, Capitán de la Hermandad de Toledo, fue el caballero elegido por Isabel la Católica para defender sus aspiraciones a la corona de Castilla, frente a las poderosas  huestes del marqués de Villena, partidario de Doña Juana la Beltraneja.

      Y en el anochecer de una tarde del día 24 de abril de 1479, frente a los grises muros del Castillo de Garcimuñoz, el cuerpo guerrero de don Jorge, lleno de juventud, de amor, de lirismo, de poesia, de genialidad, fue mortalmente herido por su contrincante D. Pedro Baeza.

      Entre sus ropas, dicen, encontraron papeles de versos ensangrentados, como si ellos fueran los últimos suspiros de este sublime poeta, que quiso ser también guerrero.


Muchas gracias


Programa de actividades culturales en el Congreso Internacional Jorge Manrique, año 2004, titulado: "En las guerras y en las paces" en Paredes de Nava el 18 y 19 de octubre. Pinchar para ampliar.

José Herrero Vallejo