domingo, 10 de abril de 2016

Ventura y desventuras de una obra de relieve universal


VENTURAS Y DESVENTURAS DE UNA OBRA DE RELIEVE UNIVERSAL

EL RETABLO DE LA IGLESIA DE SAN BENITO DE VALLADOLID

DE ALONSO BERRUGUETE


    Muchos genios de la humanidad han sufrido en sus propias carnes, en su vivir y aconteceres de la vida, la propia genialidad de su genio, y han pagado este regalo que el cielo les hizo con sinsabores, desalientos y a veces con la propia vida, ya que en ocasiones sus ideas innovadoras e iniciativas fueron incomprendidos por el resto de los mortales al tratar de modificar tendencias y creencias arraigadas en el tiempo.

    Este es el caso del paredeño Alonso Berruguete, a quién su pueblo, este pueblo de Paredes de Nava, está dedicando, durante todo este año de 2.011, actividades culturales, artísticas, lúdicas y de todo tipo en su honor y memoria de gratitud y admiración en los 450 años de su muerte. Sin embargo, Alonso sufrió y padeció lo excelso de su arte, lo incomprendido de aquellas formas nuevas para gentes ancladas en el pasado que no supieron digerir las tendencias que venían de tierras donde renacía una nueva cultura.

Monasterio de San Benito el Real, Valladolid, en donde inicialmente se instaló el retablo original de Alonso Berruguete.

    A su regreso de Italia, cargado e inspirado de arte, Alonso realiza numerosos trabajos y encargos, adquiere fama y entra al servicio del emperador Carlos I con tratamiento de magnífico señor. Y es tal su prestigio artístico que, encontrándose en Valladolid,  es elegido por la congregación benedictina de Castilla, la Orden de San Benito, la entidad de mayor altura y prestigio entre cabildos, cofradías, nobles o potentados de la ciudad, para construir un gran retablo para el monasterio de San Benito del Real de Valladolid, nueva sede central de la Orden en Castilla, que modificará la imaginaría con las nuevas tendencias renacentistas.

    Es motivo, este contrato, de gran asombro en los círculos artísticos e intelectuales, y sus condiciones se firman el 27 de marzo de 1.527, y dicho documento de compromiso, señala unas dimensiones totales del retablo de diez metros de ancho por catorce crecidos de alto, dispuestos en tres cuerpos verticales formando en planta tres lados de un supuesto decágono, abiertos a modo de tríptico. Allí se describen las representaciones de esculturas, pinturas, medallones, imágenes etc. unas impuestas por el Abad del monasterio y otras al arbitrio del maestro, y sólo se le exigía excelencia en los materiales:madera de tejo y buen pino para la arquitectura, nogal para la imaginaría estofada sobre oro sin más plata que la que requiriesen los escudos heráldicos, etc. El tiempo de ejecución y asiento de la obra queda fijado en cuatro o cinco años, y se da por hecho que la obra costará más dinero a Berruguete de lo que cobre en ese plazo, a razón de trescientos ducados de oro anuales entre las fechas extremas de la firma del contrato, a fines de marzo de 1.527 hasta noviembre de 1.532, en que Alonso comunica a sus jueces que está acabado y asentado todo el retablo.


Imágenes del retablo fragmentado original de San Benito el Real situado hoy en el Museo Nacional de Escultura, Valladolid.

    Conocidos son los incidentes y consiguientes disgustos que surgieron al entregar Berruguete su obra. Se había estipulado, según costumbre, que dos maestros, uno por el cliente y otro por el artista examinasen la obra y dictaminasen si el encargo había cumplido el contrato de ejecución y si la obra reunía las condiciones de excelencias artísticas de material y de maestría en consecuencia con el precio estipulado. En caso de discrepancia, un tercer perito decidiría, pero esta obra tropezó
desde sus primeros intentos con la falta de colaboración de los maestros de la época que se negaron a representarle, lo que obligó a Berruguete a acudir a un maestro extranjero para contrarrestar las críticas exageradas del maestro Andrés de Nájera,perito representante del convento por lo que hubo de nombrar un tercer juez, el escultor Felipe Birgani artista de elevado rango y prestigio social.
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    El 29 de Julio de 1.533, es un día aciago para Berruguete, pues se le comunicó solemnemente en esta fecha el dictamen de la sentencia arbitral de los jueces francamente denigrador de la obra, recreándose en señalar defectos, descalificando a Alonso como artista y más aún como artesano y reducirle sino a negarle, el beneficio económico de la obra.

Detalle escultórico del retablo.

    Esta condena artística, impuesta a la obra magna de Berruguete, parece hoy injusta y quizá el motivo de este ensañamiento, fue la rivalidad de escuelas o formaciones artísticas diferentes: gótica o flamenca en Andrés de Nájera, y renacentista o italiana en Alonso Berruguete y que obedeciese también a la reacción de un artista mediocre resentido ante la presencia arrogante del genio.

    La verdad es que este retablo de Berruguete, es la obra de un genial artista, pues consigue una solución de conjunto con unidad grandiosa en el trazado, pero que descuida, lo correspondiente a la propia artesanía, algo realmente incomprensible para el maestro Nájera en que el arte era para él la ejecución impecable. El maestro ante tales críticas y con el objeto de cobrar sus trabajos, atiende y cumple con humildad las modificaciones exigidas por sus jueces peritos, pero sin atender aquello que él estimaba más: lo expresivo de sus personajes.

    Es de suponer que A. Berruguete sintiera, en lo más profundo de su alma de artista y para siempre, las afrentas sufridas por su obra magna por parte de sus propios compañeros. Muchas veces estas heridas cicatrizan mal o no lo hacen, a pesar de disfrutar de una larga y exitosa vida artística y siempre suelen perdurar en la profunda intimidad de los agraviados.

    Pero A. Berruguete nunca pensó que en el transcurso de los siglos, cuando la cultura y el arte se suponía que había aflorado y arraigado más en los pueblos, que surgieran vicisitudes y hechos propios de movimientos políticos de desventura que afrentaran de nuevo su obra maestra, esta vez de forma devastadora.

    La ley de Desamortización de Mendizábal en 1.836, expulsó a los monjes benedictinos de este monasterio, y cerrado al culto, lo transformó en cuartel milita, lo despojó de todas  sus obras de arte. Se desmonta el retablo de forma brutal y descuidada para trasladarlo al entonces Museo Provincial de Bellas Artes, creado a raíz de la ley de Mendizábal y son amontonados sin orden, concierto ni cuidado, en los sótanos del edificio de Santa Cruz.

  Intentos posteriores de instalación ambiental, utilizan indiscriminadamente pedestales, basamentos etc. y la mezcla de los elementos del retablo con fragmentos de otros más o menos coetáneos, la mutilación de los trozos por un ignorante acoplamiento, serrándolos cuando no era posible acoplarlos a la nueva función museística y las recomposiciones, hechas arrancando molduras, invirtiéndolas o sustituyéndolas por otras, muestran el escándalo y despreocupación de un pueblo.

    En 1.930 se encarga, con lo que quedaba  del retablo mayor   de la iglesia conventual de San Benito,  el intento de recomponer el retablo para su instalación en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, en el antiguo Colegio de San Gregorio. Empeño que realiza el arquitecto Don Constantino Candiera Pérez, organizador del museo durante mas de treinta años, perfeccionista y por tanto descontento siempre desde que comenzó la tarea de disponer el edificio de San Gregorio para su fin actual.

    Creemos que si hoy tuviera Berruguete la posibilidad de conocer la situación de su obra magna, fragmentada en cuatro composiciones por los distintos niveles de altura de su gigantesca obra original, molesto y perplejo, pediría que volviera a como él lo realizó, a sus orígenes, a aquel lugar de donde no debía de haber salido.










José Herrero Vallejo.

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