LA ÚLTIMA MORADA DE JORGE MANRIQUE
Abril es de Jorge Manrique
En estos días primaverales del
mes de abril, viene a mi
memoria, el recuerdo de Uclés, pues acostumbra el mundo literario y cultural
a recordar, en esta época. a un genio de la poesía castellana, a un palentino que
abandonó este mundo en violenta acción de guerra, en la incipiente primavera de
1.479 y su cuerpo allí descansa, en tierras manchegas. Como nadie es profeta en
su tierra, tenemos que ser otros, los que
utilizando los espacios periodísticos que amablemente sus directores nos
brindan, el recordar a este genio,
sintiendo que estas tierras castellanas, tan olvidadizas e indiferentes
para todo lo que es suyo, no terminen de encontrar los espacios culturales
adecuados que les permita celebrar el recuerdo de aquellos hechos históricos, y
de aquellos personajes que les dieron gloria y lustre.
Es Uclés un pueblo conquense situado en la gran meseta de la Mancha , y a simple vista. parece
que se encuentra en calma, como si todo perteneciera ya al pasado, pero sin embargo, yo creo que no lo está, incluso ahora, en estos tiempos de paz. Sus oscuras y
grisáceas moles de piedra, organizadas en amenazante fortaleza, sobre un alto
inexpugnable, parece que ojean desconfiadas el horizonte, temerosas todavía hoy
de incursiones guerreras enemigas.
No en balde fueron sus murallas, durante muchos siglos, frontera con el moro, combatieron en cien batallas defendiendo a sus moradores
y, sus desconfiados muros, han visto tantos horrores, que no quieren saber de
tiempos de paz. Tienen estas piedras, en
su ser, muchas historias de muerte, y en su memoria está aquel hecho que terminó con el único varón heredero de la corona de
Castilla y León, el amado Infante don
Sancho, único hijo varón de Alfonso VI y
de la mora Zaida. Apenas con diez años
de edad, al frente de las tropas de su
padre, su juventud fue masacrada en un enfrentamiento con los moros enemigos,
al igual que siete condes castellanos que le acompañaban. Y así un sin fin de
luchas y batallas, ataques audaces que
nunca consiguieron rendir por la fuerza a tan pétrea fortaleza, y mas cosas que no es necesario contar
Y es allí, en
el monasterio que fue priorato de la famosa Orden de Santiago, en donde se
encuentra enterrado, junto a su padre, aquél guerrero poeta, que en el
anochecer de una tarde del día 24 de abril de 1.479, frente a los grises muros
del Castillo de Garcimuñoz, el cuerpo de don Jorge, con 39 años, lleno de amor,
de lirismo, de poesía, de genialidad, fue mortalmente herido. Entre sus ropas,
encontraron papeles de versos ensangrentados, como si ellos fueran los últimos
suspiros de este sublime poeta, cuyo destino hizo que fuera también guerrero.
Dice
la historia que hizo testamento y… José Manuel Ortega Cézar, empedernido
admirador de Manrique, ante tan triste acontecimiento, en sus escritos,
angustiado, se pregunta: ¿Viajaría desde Montizón o Toledo su esposa doña
Guiomar?, ¿Le acompañarían en su último destino sus hijos Luís y Luisa a pesar
de su corta edad? ¿Vendría Gómez Manrique desde Toledo, donde era corregidor, pues
a pesar de rondar los 70 años es probable que emprendiera el viaje para
despedir a su sobrino predilecto? ¿Estaría allí su tío Iñigo Manrique, nombrado
obispo de Jaén y Baeza años antes? ¿Estarían presentes los caballeros Trece de la Orden de Santiago? ¿Acudiría su hermano Pedro Manrique, segundo conde de
Paredes de Nava, comendador de Segura, primogénito entonces de esta famosa
familia palentina?
Los siglos, los olvidos del pasado, las
restauraciones y otros tantos acontecimientos sucedidos en esta mole
arquitectónica, han borrado el lugar de su
última morada, y sus huesos yacen
confundidos, con otros muchos desconocidos, sin distinciones, en algún lugar
del monasterio. Al final tenía razón Manrique, la muerte iguala a todos. El lo
sabía y lo dijo en sus coplas.
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