jueves, 31 de marzo de 2016

Carejas


CAREJAS


    Allí, donde el campo de arriba se va transformando lentamente en el campo de abajo,  y los elevados páramos pierden pie, y descienden a lejanas navas...
    Allí, donde los altos toman el camino de los bajos lagunares, y en su caminar,la tierra se resquebraja,  y se va rompiendo, mostrando sus vacías entrañas...
    Allí, donde todo son cuestas, terraplenes y cárcavas, y a trompicones se desciende de los altos, buscando los remansos...
    Allí, donde el profundo venero aflora y se desangra en agua clara y fría, y la parda tierra se ha recubierto de tímido verde, y lo seco se hace húmedo...
    Allí, donde los frondosos olmos sombrean, y como verdosos estandartes batidos por el viento, señalan su presencia...,
    Allí es donde se encuentra, escondida a media ladera, dominando la llanura, protegida de los fríos vientos del norte, y caldeada por el sol de mediodía, una pequeña y centenaria casa de blancas paredes...
    Es la ermita de la Virgen de Carejas, patrona del pueblo de Paredes de Nava, que desde los tiempos que se pierden en la leyenda, ha permanecido aquí, en la soledad de estos campos, para que los paredeños acudan a pedirle aquello que las almas y los cuerpos necesitan.
    Desde su pequeño pedestal, oye en silencio los rezos y plegarias, los compromisos y promesas de gente con el corazón encogido, que mi marido... ,que mi hijo... ,las quejas que sobre esta tierra indómita hacen los hombres del campo, peticiones de labradores y pastores, ...que haya buena sementera, ...que llueva a tiempo, ...que la espiga grane, ...que haya buena paridera, ...que no hiele, ...que ahuyente las tormentas y más cosas que ella solamente sabe.
    Paciente, espera que vengan en su busca unos días antes de la Fiesta para llevarla al pueblo, y aquí recibe el cariño y los rezos de sus gentes, y al noveno día, su día, entre dos luces, con el viento suave del amanecer, un pueblo de devoción atropellado, lleva en andas a su patrona, por caminos polvorientos, con cánticos que quieren llegar al cielo, con la fuerza de ilusiones juveniles, con esperanza del mañana, y como tantas veces antes, de nuevo la depositan, con verdaderos anhelos de amor, en el altar que preside la casa de blancas paredes.
    Allí, sigue contemplando los luminosos amaneceres, enrojecidas puestas de sol, trasiegos de la gente del campo, plegarias y oraciones que llegan de lejos, visitas de caminantes ateridos de frío, amor de sus gentes, peticiones y ayudas que llenan el diario de esta Virgen elegida por este pueblo como patrona espiritual, intermediaria con los altos y azules espacios...


José Herrero Vallejo

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