viernes, 20 de mayo de 2016

La huella palentina de Machado

 
LA HUELLA PALENTINA DE MACHADO

 Se quiere, y es de justicia, que nuestro poeta Antonio Machado, que tanto amó a la tierra castellana y en la que pasó parte de su vida dándonos lo mejor de su poesía, reciba aquí, en la Comunidad de Castilla y León, un homenaje íntimo de eterna admiración. No importa la circunstancia o el motivo para recordarlo, nosotros los castellanos debemos tenerlo siempre presente, pues el mensaje de su obra, cargada de vida, de sustancia, nos fortalece y nos recuerda los valores castellanos que este sevillano supo entresacar de las entrañas de esta tierra y plasmarlos en bellos y ardorosos versos.

    En mayo de este mismo año 2.023 se cumplen más cien años de su llegada a tierras castellanas, a la ciudad de Soria, en donde el paisaje, las gentes y especialmente su amada y joven esposa Leonor, fallecida en las mieles del matrimonio, marcarían una huella indeleble en su sensible personalidad que se refleja con fuerza en su naciente poesía.

    La vida lo llevó años más tarde a otra ciudad castellana, Segovia, en donde su fecunda alma de poeta arrastraba una pesada y honda tristeza, y sus escritos y actividad literaria derivaba a la crítica y ensayo, alejándose poco a poco de la poesía. Sin embargo, años más tarde, en 1.928, inesperadamente, reanuda sus publicaciones poéticas y sus lectores comprueban cómo sus versos están ahora llenos de alegría y su antigua vitalidad aparece en ellos. Y aparece también en ellos un bello y escogido nombre, Guiomar, misterioso y desconocido que acompaña a sus hermosas creaciones sentimentales, lamentos de amor, sobresaltos de un corazón henchido de triste felicidad. “Canciones a Guiomar” y “Otras canciones a Guiomar” construidos en versos sensuales engarzados en un entramado de poesía amorosa.

    Muchos años después de la muerte de este poeta atormentado, acaecida en circunstancias dramáticas en 1.939 y también la de su amada muchos años mas tarde, conoce el gran público la importancia de este bello nombre y la gran huella y empuje que dejó en él esta musa, que como un manantial inagotable, reverdeció su entristecida vida.

Última fotografía de Antonio Machado,
exiliado en Francia en 1939.
    Pilar de Valderrama, fue una bella mujer de la alta sociedad madrileña, escritora y poetisa, que un día, entristecida por el comportamiento desleal de su marido, el palentino Rafael Martínez Romarate, decide conocer al maestro y lo visita en Segovia. El alma solitaria de este hombre, llena de poesía y vacía de amor, nada más verla comprende que es la mujer que ha esperado siempre y ella será el amor de su vida hasta la muerte. Mantienen, Antonio y Pilar. un idilio espiritual que se nutre de continuos encuentros y numerosas cartas clandestinas que también llegan a “El Carrascal” finca montaraz, mitad monte, mitad labor, propiedad familiar que, a veinte kilómetros de Palencia, se encuentra a medio camino entre los pueblos de Paredes de Nava y Villaldavin. Allí pasó Pilar muchos veranos y otoños, y con dirección fingida, recibe cartas de su poeta amado: “Leo los últimos versos que me diste escritos en el monte palentino y te imagino allá, viendo las mismas estrellas que yo contemplo aquí…” “Que el sol de esa tierra y el aire de esas alturas, te den a ti y a los tuyos…” Ella echa sus cartas en Palencia y le dice “Por esta ventanita que da al campo/ yo me pongo a mirar/ las noches luminosas de Castilla/ cada estrellita un mundo de misterio / y en su parpadear/ se adormecen mis ojos, que quisieran/ en uno de esos mundos despertar…/Por esta ventanita que da al campo/ no se mira la vida /sino la eternidad…”

    El destino, la guerra, los separó, y el poeta herido de muerte, camino del destierro, en un ilusionado recuerdo, tuvo un último poema para Guiomar que finaliza así: “y la soñada miel de amor tardío/y la flor imposible de la rama/ que ha sentido del hacha el corte frío”.

    Pilar de Valderrama, Guiomar, vivió en estos campos montaraces que antes fueron propiedad de Jorge Manrique, aquel poeta paredeño del que decía Machado, “entre los poetas míos tiene Manrique un altar”. Manrique también tuvo un amor, y también se llamaba Guiomar. Macarena García Calderón y Paz Nájera así lo contaron en su artículo “Palencia y Guiomar. Dos musas para dos poetas
El Carrascal”, campo fecundo de ilusiones ya olvidadas, en donde Pilar, oliendo a jara y tomillo, esperaba inquieta las cartas de su amado, meditando entre carrascos su respuesta, fue también testigo, en aquel entonces,  de la sobria inspiración de su cuñado, el escultor Victorio Macho, que impaciente, a la caída de la tarde de aquellos veranos calurosos, esperaba otra ilusión, la llegada de un corpulento hombre que desde un pueblo cercano acudía en su borrico para posar con los brazos en cruz, junto a aquella encina grande, el esbozo incipiente del Cristo que está hoy en lo alto del otero.



José Herrero Vallejo



Caserío del llamado monte Carrascal en el término municipal de Villaldavín (Palencia), cerca de Paredes de Nava en
donde "Guiomar" pasó muchas temporadas veraniegas y en donde recibía las cartas que le enviaba Antonio Machado.

2 comentarios:

  1. Perfecta la descripcion.
    Amor del espiritu leido en tierras palentinas por Guiomar nombre de una mujer real creada en sus versos por el gran Antonio Machado.

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  2. Una amplia descripción y veridica

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