miércoles, 25 de mayo de 2016

Lamentos campesinos


LAMENTOS CAMPESINOS


Si uno no conociera  bien esta  comarca agrícola de Tierra de Campos, tendría la sensación,  al recorrerla por caminos y carreteras, en esas  mañanas  soleadas de viento ligero y fino, tendría, digo, la sensación de estar, a primera vista, frente a  unas tierras  de cultivo  ricas y prósperas,  bien dotadas para estos menesteres que  con seguridad.  colmarán a sus cultivadores de cierto bienestar económico.

Parece que aquí, en estos campos, todo está bien preparado para la actividad  agrícola, y produce  cierta satisfacción, el comparar este territorio con otros lugares y pueblos agrícolas de España, donde las cosas no son así, y todo son dificultades para los mismos fines. Predominan aquí  los espacios naturales abiertos, en donde inmensos campos de labor se pierden en la lejanía,  sembrados despejados y limpios, sin estorbos, sin baldíos, ni espacios perdidos, todo entra en el cultivo. Tierras sueltas de fácil labrar, tremedales, barriales, recias arcillas de variopintos colores, cascajares  y demás, alternan en una superficie monótonamente llana que se prolonga  con altozanos y hondonadas, amplios valles y vallejuelos, arroyos y arroyuelos que  en invierno ejercen de ríos y recogen las aguas sin dañar a los cultivos, como antes sucedía. Holgados caminos facilitan al viajero poder  llegar con facilidad a las amplias parcelas de cultivo, en donde las labores se realizan con grandes medios mecánicos que ofrecen comodidad y hasta confort, sin fríos ni barros en las botas como antaño, y la  recogida de  la cosecha, en otros tiempos penosa,  pasa hoy casi desapercibida.

Sin embargo, parece que esto no es así, que no es oro todo lo que reluce, que la belleza de estos campos no se corresponde con la realidad que ofrece a sus trabajadores. Dicen que la agricultura que aquí se practica no da para todos, que la propiedad de la tierra está muy repartida y la mayor parte de ella está arrendada a  trabajadores del campo, que con potente maquinaria, tratan de conseguir los objetivos básicos que  atiendan  a sus compromisos.Entre subvenciones y  cosechas,  unos y otros, más o menos,  se arreglan y así, de esta forma, esta comarca, mostrándose continuamente  descontenta, se mantiene perdiendo en una situación de espera, en un mundo que se mueve. Parece que aquí el tiempo se ha estancado, sin que nadie se haya dado cuenta de  que  el campo  no  necesita ahora  de esfuerzos corporales como único medio a aportar. Lo que antes era esfuerzo y padecer humano, ahora se ha convertido en otra forma de pensar y actuar, quizás estamos en esa situación intermedia. en que lo que tenemos. no nos sirve y lo que necesitamos no lo tenemos.

Y esto que no tenemos. es lo que hay que buscar y conseguir, pues no hay duda de que estos campos  agrícolas son mejores que otros muchos y ofrecen con seguridad grandes posibilidades, pero quizás no están hoy en día lo suficientemente entendidos, aunque sí  conocidos, y la estructura y entresijo económico y social que los atiende, no son probablemente hoy lo que  este campo necesita. Estamos en tiempos de transición y por ello un tanto desorientados, pretendemos, dando bandazos, encontrar nuestro norte.

Y el norte lo tienen que buscar gentes entendidas y formadas, respaldadas por un conocer y saber más allá de lo que es el conocimiento tradicional, que ya no sirve. Conceptos e ideas nuevas son las que hay que aportar con visión real, nacidas del estudio, de la investigación, apoyados por los centros de saber en este terreno,  lejos de visionarias políticas de contento, de proyectos cuyos beneficiarios son otros y así tantas cosas.

No se entiende hoy en día la figura del agricultor solitario que hace y deshace  a su entender o antojo, descolgado del mundo empresarial, trabaja en su explotación mientras otros descansan, que mantiene creencias que no son las de hoy, que sigue consignas que son las de otros y agobiado por un trabajo que escatima rentabilidad, pretende encontrar en la subvención un medio para salir adelante, desconociendo el viejo refrán de su tierra, de  que  las prebendas  son  pan para hoy y hambre para mañana.

Pero es la independencia personal en su trabajo  la que defiende el agricultor de Campos por encima de todo, no admite consejos,  desconfía de todos y se cree suficiente sin querer saber nada de nadie. El feroz independentismo  que sufre esta tierra, la desconfianza en el vecino, impidem que no brille este sector agrícola productivo como otros sectores, que encontraron en el diseño empresarial, en el entendimiento del trabajo en común, una forma de prosperidad, aunque ello  suponga siempre riesgo, confianza y esfuerzo intelectual.


José Herrero Vallejo



No hay comentarios:

Publicar un comentario