GRIGORI PERELMAN
PREFIERE LAS LENTEJAS
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Grigori Perelman, matemático ruso
de origen judío nacido en Leningrado en 1966.
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El quehacer científico no se encuentra entre aquellos que rinden
importantes beneficios económicos, y puesto que no se espera recompensa
económica ¿qué puede mover a algunas personas a consagrar su vida a la
investigación? La respuesta depende de cada caso individual,pero
generalizando, dos son los aspectos fundamentales que componen la vocación de
la mayoría de los científicos. Por un lado, la irresistible curiosidad por la
naturaleza, el deseo de comprenderla y comprender las leyes que la rigen. El
científico de vocación, no descansa cuando abandona su lugar de trabajo, se
lleva sus problemas a casa, no se olvida de ellos, come y cena con ellos y,
además los sueña, y al levantarse, se los encuentra también en su pensamiento. El
científico ha nacido así y ello le ha llevado a elegir su forma, su modo de
vida y vive su vida consecuentemente, con deleite, con alegría, paladeando con
satisfacción todo aquello que su imaginativa mente le ha llevado a conocer. Por
otro lado, en contraposición y quizá con más interés que el propio deseo de
riquezas, el científico busca en general el gusto por la gloria, no renuncia al
reconocimiento por parte de los congéneres de sus propios logros, ya que parece
ser que ello, la gloria, forma parte de la propia naturaleza humana.
Nuestra sociedad, atenta a tales necesidades espirituales, ha creado
para disfrute de estos científicos, medios compensatorios de disfrute y
vanagloria y así nacieron, hace ya siglos,
los premios y distinciones de grata resonancia en el mundo científico y
en la sociedad entera. Y con ellos surgió, como es lógico, la natural carrera
de unos y otros por conseguir tales honores.
En estos últimos tiempos, algunos
sectores de la sociedad mundial, se preguntan si los honores y los premios son
deseables y algunos, los más extremistas, sugieren y solicitan a los gobiernos
e instituciones su abolición, alegando
que estos, la mayoría de las ocasiones corresponden a inevitables
presiones e influencias de “los cofrades
de una misma cofradía”. Habría seguramente, dicen, más dignidad en el mundo de
la creatividad, si científicos y artistas no tuvieran premios.
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En 2010 rechazó un premio de resolución
matemática por valor de un millón de dólares.
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Estos pensamientos o maneras de ver las cosas de la vida, asaltaron
hace siglos al famoso y cautivante sabio griego Diógenes, cuya figura se ha
convertido en leyenda y su vida está llena de anécdotas, todas ellas basadas en
la crítica despiadada y burla de las instituciones sociales. Dice una de ellas
que, encontrándose Diógenes en absoluta
austeridad, con vestimenta descuidada y sentado a la entrada del barril donde
vivía, comiendo lentejas, se le acercó
un alto funcionario que le afeó su conducta animándole, dada su reconocida
sabiduría, a abandonar esa vida y recibir, como merecía, lisonjas y honores de
los poderosos. Diógenes, que vivía según sus propios valores y amaba la
autosuficiencia, le respondió diciéndole que fuera el mismo el que aprendiera a
comer lentejas, así no tendría necesidad de adular a unos y otros, porque
comiendo sus propias lentejas, se encontraría a si mismo y a su propia felicidad, sin necesidades de. otros
Grigori Perelman, la mente matemática más prestigiosa de los últimos
tiempos, ganador de la medalla Fields 2006, descubridor de uno de los problemas
matemáticos más complicados de los últimos tiempos, no acudió al Congreso Internacional de Matemáticos de Madrid a
recoger su premio de las manos de nuestro Rey Juan Carlos.
Perelman no quiere que se fijen en él, ha preferido seguir viviendo
modestamente, con su madre, en San Petesburgo, degustando y saboreando sus
propias lentejas, que para eso son de su propia cosecha.
José Herrero Vallejo
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