jueves, 19 de mayo de 2016

Grigori Perelman prefiere las lentejas


GRIGORI   PERELMAN  PREFIERE  LAS  LENTEJAS

Grigori Perelman, matemático ruso
de origen judío nacido en Leningrado en 1966.
El quehacer científico no se encuentra entre aquellos que rinden importantes beneficios económicos, y puesto que no se espera recompensa económica ¿qué puede mover a algunas personas a consagrar su vida a la investigación? La respuesta depende de cada caso individual,pero generalizando, dos son los aspectos fundamentales que componen la vocación de la mayoría de los científicos. Por un lado, la irresistible curiosidad por la naturaleza, el deseo de comprenderla y comprender las leyes que la rigen. El científico de vocación, no descansa cuando abandona su lugar de trabajo, se lleva sus problemas a casa, no se olvida de ellos, come y cena con ellos y, además los sueña, y al levantarse, se los encuentra también en su pensamiento. El científico ha nacido así y ello le ha llevado a elegir su forma, su modo de vida y vive su vida consecuentemente, con deleite, con alegría, paladeando con satisfacción todo aquello que su imaginativa mente le ha llevado a conocer. Por otro lado, en contraposición y quizá con más interés que el propio deseo de riquezas, el científico busca en general el gusto por la gloria, no renuncia al reconocimiento por parte de los congéneres de sus propios logros, ya que parece ser que ello, la gloria, forma parte de la propia naturaleza humana.

Nuestra sociedad, atenta a tales necesidades espirituales, ha creado para disfrute de estos científicos, medios compensatorios de disfrute y vanagloria y así nacieron, hace ya siglos,  los premios y distinciones de grata resonancia en el mundo científico y en la sociedad entera. Y con ellos surgió, como es lógico, la natural carrera de unos y otros por conseguir tales honores.

En estos últimos tiempos,  algunos sectores de la sociedad mundial, se preguntan si los honores y los premios son deseables y algunos, los más extremistas, sugieren y solicitan a los gobiernos e instituciones su abolición,  alegando que estos, la mayoría de las ocasiones corresponden a inevitables presiones  e influencias de “los cofrades de una misma cofradía”. Habría seguramente, dicen, más dignidad en el mundo de la creatividad, si científicos y artistas no tuvieran premios.

En 2010 rechazó un premio de resolución
matemática por valor de un millón de dólares.
Estos pensamientos o maneras de ver las cosas de la vida, asaltaron hace siglos al famoso y cautivante sabio griego Diógenes, cuya figura se ha convertido en leyenda y su vida está llena de anécdotas, todas ellas basadas en la crítica despiadada y burla de las instituciones sociales. Dice una de ellas que,  encontrándose Diógenes  en absoluta austeridad, con vestimenta descuidada y sentado a la entrada del barril donde vivía, comiendo  lentejas, se le acercó un alto funcionario que le afeó su conducta animándole, dada su reconocida sabiduría, a abandonar esa vida y recibir, como merecía, lisonjas y honores de los poderosos. Diógenes, que vivía según sus propios valores y amaba la autosuficiencia, le respondió diciéndole que fuera el mismo el que aprendiera a comer lentejas, así no tendría necesidad de adular a unos y otros, porque comiendo sus  propias lentejas, se encontraría a si mismo y a su propia felicidad, sin necesidades de. otros

Grigori Perelman, la mente matemática más prestigiosa de los últimos tiempos, ganador de la medalla Fields 2006, descubridor de uno de los problemas matemáticos más complicados de los últimos tiempos, no acudió al Congreso  Internacional de Matemáticos de Madrid a recoger su premio de las manos de nuestro Rey Juan Carlos.

Perelman no quiere que se fijen en él, ha preferido seguir viviendo modestamente, con su madre, en San Petesburgo, degustando y saboreando sus propias lentejas, que para eso son de su propia cosecha. 


José Herrero Vallejo

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