SE
MARCHAN LOS PASTORES … PERO ELLOS VOLVERÁN
a mis amigos Severino y Emiliano,
pastores
de Paredes,
en recuerdo de las noches vividas
a la luz de las estrellas,
allá donde estén.
allá donde estén.
Se han ido, se van
marchando nuestros pastores y ya apenas los vemos en estas tierras agrícolas de
la comarca palentina de Campos, tierras que en otros tiempos fueron para ellos
su vida, el sustento de sus hogares, de
sus rebaños y también motivo de rivalidades de unos con los otros por defender
para ellos el pasto seco y escaso de la llanura.
Siempre estaban allí,
en el campo, de sol a sol, sin importarles ni la hora, ni el día o tiempo que
hiciere. Aprovechaban con fruición cuando estos campos ofrecían y si no había
alimento, lo buscaban deambulando por caminos y veredas, campo a través, donde
el hambre de sus rebaños les llevara.
Siempre estaban, los
veíamos a nuestro paso acelerado por las carreteras, y acostumbrados a su
presencia, pasábamos indiferentes como si ellos también formaran parte del
paisaje. Y allí, en la lejanía, permanecían pacientes, confundido el blanco
pastoril del rebaño con los pardos colores de la llanura y el pastor, como una atalaya viviente, vigilaba cuanto en
ella sucedía.
Al ir o volver,
ocupaban caminos y calzadas y todos les dejábamos paso y observábamos curiosos aquel
desfile que parecía cansino cuando al anochecer volvían a los rediles, paso vivo y
acelerado en su camino matinal hacia los pastos.
Apenas ahora los vemos
y tampoco son como eran antes, ya no tienen el porte señorial que tenían, y sus
atuendos tampoco son, e incluso su caminar y su estar son otros. Dicen que
muchos de ellos no son de aquí, que vienen de tierras lejanas. Los hijos de los
de antes, los que llevan el arraigo, la
estirpe pastoril, ya no quieren ser, y aunque quisieran, ya no pueden, los
tiempos son otros, han pasado las épocas del esfuerzo y la ambición, la
modernidad ha llegado a estos campos, y la llanura, desconsolada, permanece
desierta.
Se fueron aquellos
tiempos en que cientos, miles de rebaños de esta Tierra de Campos, esperaban
impacientes el nuevo día y su pastor, compuesto y animoso, abría la cancela del
aprisco y un tropel de variopintos colores, orquestados de balidos que
inundaban de alegría la llanura. Y así, tantos y tantos días, toda la vida
sustentando sus rebaños con lo que sobraba en los campos, en una tierra donde
nada se deja, porque se quiere, se necesita todo. Las yerbas de los caminos, la de las eras,
la de arroyos y cunetas, todo servía y no digamos cuando llegaba la rastrojera,
aquellos escasos restos de grano y paja que abandonaban en las tierras los
labradores, era para ellos un festín.
Con escasa economía,
mucho esfuerzo y sabiduría pastoril, contribuyeron estas gentes a mantener una economía pujante
y sus lechazos churros y magníficos quesos, siguen siendo hoy un producto de
primera calidad solicitados por todos los mercados.
Las explotaciones
cerealistas de esta comarca llevan más de cuarenta años atravesando un desierto
sin horizontes de esperanza, son incapaces hoy en día de llenar los graneros a
la altura que los tiempos actuales solicitan, sus producciones no cubren apenas
sus gastos y necesitan ayuda, subvenciones económicas, propinas para el campo,
dicen algunos. Y estas subvenciones, las de hoy, porque mañana ya no habrá, no
se quedan aquí, se desvían a otros destinos, porque el agricultor ha perdido la
confianza en el campo y desorientado, busca otros caminos y abandona también lo
que tanto amó.
Labranzas y labradores
tendrán que cambiar su estrategia y buscar una fuerte alianza con la ganadería,
destinando su actividad agrícola a producciones forrajeras y herbáceas para lo
que estas tierras nuestras están tan bien dotadas, y destinar estos productos,
al consumo directo de una floreciente ganadería, evitando la comodidad que
supone el que su valor añadido se vaya a las ganaderías del norte, como ahora
ocurre.
Cuando esto suceda,
cuando nuestra agricultura tenga una clara orientación agropecuaria, cuando nuestros hombres vuelvan
a confiar en ellos mismos y recobren la ambición que tuvieron sus abuelos,
entonces volverán nuestros pastores transformados en hombres de empresa al
frente de importantes explotaciones estabuladas de ganado lanar productoras de
leche, de carne, al frente de mataderos, de salas de despiece, de naves de
congelación, de fabricas de queso, de piensos compuestos. De tantas cosas.
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