viernes, 13 de mayo de 2016

La casualidad de un reinado


LA CASUALIDAD DE UN REINADO
Fernando III Rey


Si, nació aquí, en tierras de la vieja Castilla. Por ello, su espíritu, su estilo de vida, estuvo siempre marcado por la austeridad, por el esfuerzo, impregnando así su ser de una continua superación, pues su niñez le había enseñado a conocer lo descarnado de estas tierras que no admiten flaquezas. Su destino, marcado de amor a su tierra y a sus deberes, nació bajo el influjo de una estrella, que en un caminar errante, le fue colocando en aquel lugar que le llevó inesperadamente al reinado de su pueblo.

Los acontecimientos históricos corrieron a su favor, la fortuna y el arrojo, marcaron el periplo de su vida, por eso fue rey, a pesar de un entresijo de futuros aspirantes.

Su padre Alfonso IX fue un extraño personaje, rey de León, tuvo ocho hijos legítimos y diez bastardos y casó dos veces con dos primas hermanas y los dos matrimonios fueron disueltos por la autoridad eclesiástica.

Con su prima Teresa de Portugal, tuvo dos hijas, Sancha y Dulce y un hijo, llamado Fernando, el heredero, que falleció de corta edad. Casa por segunda vez con otra prima, Berenguela, hija mayor del Rey de Castilla y Toledo Alfonso VIII, y nace de este matrimonio una infanta Berenguela que casa con el Rey de Jerusalén; Constanza, religiosa en el Monasterio de las Huelgas, y en la primera decena de agosto de 1.201, nace Fernando, nuestro rey, y en 1.203 otro hijo, Alfonso, llamado “de Molina”.

Son entonces reyes de Castilla y Toledo los abuelos maternos de nuestro personaje, Alfonso VIII y su mujer Leonor de Aquitania, que tienen puesta su esperanza sucesoria en sus hijos: Berenguela, madre de nuestro personaje ya citada, Sancho que vivió tres meses, Sancha vivió tres años, Urraca reina de Portugal, Blanca reina de Francia y madre de San Luis, Fernando promesa de reinado y heredero de la corona falleció a los 22 años de edad en 1.211, Mafalda, Leonor, Constanza reina de Aragón casada con Jaime I, Constanza religiosa en la Huelgas y Enrique el último y menor de los hijos, nacido cuando su madre tenía 44 años.

El 4 de octubre de 1.214, fallecía el rey Alfonso VIII, días después, su mujer y fue elevado al trono el único varón de esta prole, con diez años y medio de edad, ascendiendo este infante con el nombre de Don Enrique I de Castilla, tutelado por su hermana mayor Berenguela y más tarde,  por lo agresivos y famosos señores de Tierra de Campos, los hermanos Condes de Lara. Inesperadamente, muere este joven rey de forma traumática en el obispado de Palencia y se inicia una guerra entre los hermanos Condes de Lara y Berenguela, quien decide traspasar sus derechos al trono a su hijo Fernando, lo que tiene lugar en el pueblo palentino de Autillo de Campos, el 14 de Junio de 1.217.

El día 2 de julio de este mismo año, Fernando es proclamado solemnemente Rey de Castilla y Toledo en Valladolid, manteniendo enfrentamientos con señores feudales, invasores sarracenos y exigencias de su padre el rey de León, que fallece también inesperadamente, el 24 de septiembre de 1.230.

Siguiendo el camino que su estrella le señala, llega triunfante a León, en donde algunos señores no desean la unión con Castilla, pues las herederas al trono, por deseo de su padre, son Sancha y Dulce, sus hermanas. De nuevo su estrella brilla a su favor, y surge un personaje, la reina Doña Teresa, madre de estas infantas, que residiendo en el monasterio de Villabona, en el Bierzo, no quiere que sus hijas sean motivo de una guerra civil, por lo que solicita una entrevista con Berenguela, y acuerdan reunirse en Coyanza, la actual Valencia de Don Juan. Las dos reinas madres y ex esposas del rey de León Alfonso IX, apuestan por Fernando, quién, en la ciudad de Benavente, en compañía de las dos Reinas, las Infantas, los Arzobispos de Toledo y Santiago y una brillante comitiva de prelados, ricohombres y damas de la Corte, se extiende y se firma un documento el 11 de diciembre de 1.230 que le acredita como Rey, enviándose una copia de la concordia al Papa Gregorio IX, quien lo aprobó en el siguiente año, 1.231 el 25 de diciembre.

Así volvieron a unirse, al cabo de setenta y tres años de andar separados, los Reinos de Castilla y León, que hoy llevan el nombre de Comunidad Autonómica de Castilla y León. Su artífice, Fernando III Rey, no es hoy reconocido en sus conquistados territorios, y le han negado liderar el día de la festividad de esta Comunidad, ya que estas tierras están hoy gobernadas por autoridades atentas a otros intereses políticos, y probablemente, su falta de sensibilidad histórica o de conocimientos más allá de sus intereses, les lleva a olvidar  los hechos que marcaron una grandeza, que hoy no es la que tuvieron aquellas tierras, en aquellos otros tiempos.


José Herrero Vallejo

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