viernes, 27 de mayo de 2016

Gentes, campos y despoblación


GENTES, CAMPOS  Y DESPOBLACION


En estos parajes de Campos, donde todo lo que se ve es tierra, encontraron muchas gentes, en tiempos ya remotos, un medio de subsistencia y de vida, y los amplios espacios se fueron  llenando, al compás del tiempo,  de manos labriegas que  laboreando con sudor y esfuerzo, dieron durante siglos gloria y riqueza a estos pueblos castellanos. El trigo, el grano dorado, llenaba estómagos y paneras y era tanto, que alguien llamó a  estas tierras  el granero de España y sus campos necesitaban tanta ayuda, que otros venían de fuera, y se quedaban aquí, y familias numerosas eran la alegría de la estepa castellana. Y así,  Tierra de Campos fue una comarca conocida y admirada.

Entretenidos en su rutinaria preocupación de atender las necesidades del campo, aferrados estos pueblos agrícolas a su quehacer diario, alejados durante años de otro pensamiento que no fuera el esfuerzo corporal, y en su tradicional despreocupación, empezaron a darse cuenta un  día de que el mundo avanzaba, porque llegaron a sus casas aperos y maquinarias que mejoraban las labores del campo y despedían a la vez a manos trabajadoras. Y esta modernización trajo consigo la primera  gran despoblación, despoblación silenciosa que se llevó por delante a miles de familias y trajo tristeza y preocupación.

 La tragedia había comenzado, pues estos pueblos, abandonados a su suerte, sin ideas ni proyectos, siguieron ajenos  labrando el campo como siempre lo habían hecho, haciendo barbecho y más barbecho, pero cada vez con máquinas más potentes y cuanto más potentes,  menos gentes  necesitaban.

 La Administración, satisfecha, publicaba estadísticas que se aproximaban a los índices de ocupación agraria europea y ello significaba progreso, pero cuando se quiso dar cuenta, comprobó que los pueblos se habían quedado vacíos y se inició entonces una carrera por frenar la despoblación. Se desarrollaron proyectos con importantes inversiones, promocionando aspectos poco acertados y que no les son propios, que no arraigan en ellos a pesar de los altos presupuestos consignados. Los pueblos mejoraron en infraestructuras, servicios, etc. y cuanto mas mejoraban, más gente los abandonaba, no se habían creado con estos desacertados proyectos, puestos de trabajo.  

 Los pueblos de Tierra de Campos son, y serán siempre, aunque no se quiera, pueblos agrícolas, pues su único patrimonio es el campo, inmensos campos de cultivo situados en una estepa ingrata, donde predomina el frío viento del norte y en donde  una caprichosa climatología  riega a su antojo los sembrados. La actividad de estos  pueblos  ha sido siempre así  y así seguirá siendo, pues es imposible cambiar o modificar  el color pardo de la tierra y el color azul del cielo y es inútil pedirles, como al olmo, algo que no pueden dar. Se sabe que los municipios más agrarios son los menos dinámicos, pero el dinamismo no radica en la tierra, sino en los hombres. Por eso es necesario mejorar y fomentar la formación de las gentes, ese capital humano que convenientemente dirigido, con conocimiento del medio y sabiendo lo que quiere, será capaz de conseguir riqueza y bienestar, pues no cabe la menor duda de que el campo está ahí, y de una u otra forma, ofrece enormes posibilidades que es necesario conocer.

 Hoy la agricultura es una actividad que exige altas inversiones y ello lleva parejo, como toda actividad de estas características, imaginación que se apoye a su vez sobre una profesionalidad adquirida en el estudio y en el conocimiento y no en la tradición,  en hombres y gentes preparadas, cualificadas para este trabajo, que hablen con propiedad y sepan de que hablan y que comprendan, como así lo harán, cuando el saber llegue a ellos, que la asociación, el trabajo en equipo es el único medio que les permitirá emprender grandes proyectos para sacar de la tierra la riqueza que hoy esconde.


José Herrero Vallejo



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