martes, 24 de mayo de 2016

Los vientos de la despoblación rural


LOS  VIENTOS  DE LA  DESPOBLACIÓN RURAL


Llegaron entonces los tractores a estos pueblos agrícolas de Tierra de Campos,  y  cada uno de ellos rendía  lo que diez hombres con sus diez pares de mulas. Y  también llegaron  máquinas  cosechadoras de trigos y cebadas y un sin fin de aperos y modernidades y, con poca ayuda, lo hacían todo. Se quiso eliminar el minifundio, la dispersión de parcelas y se iniciaron grandes y costosos proyectos de concentración parcelaria, y parecía que este esfuerzo económico iba a  ser suficiente para rentabilizar nuestro medio de vida.

Los trabajadores agrícolas perdieron poco a poco sus jornales, y las familias, contrariadas, emprendieron el camino del Norte, necesitado de gentes,  y con su huida,  comenzaba la despoblación de esta  laboriosa  comarca. Se iban  porque esta tierra no les podía alimentar,  y los políticos locales de la época, alarmados por esta sangría, instaron a niveles superiores y creyeron encontrar en la utilización del agua, en el regadío de estos campos, secos y polvorientos, la solución a estos problemas, al mismo tiempo que  se fomentaba la practica de asociaciones y cooperativas como remedio a tanto mal.

Pero ni los costosos y polémicos regadíos, incapaces de ofrecer  rentabilidad, expuestos a las inclemencias climáticas de una meseta situada a gran altura sobre el nivel del mar, en donde solamente los cultivos herbáceos son posibles, ni los grandes presupuestos destinados a la  financiación de asociaciones y cooperativas, en una tierra de feroz individualismo, consiguieron sus objetivos. A pesar de ello se siguió apostando por esta comarca, con agrado y satisfacción de vecinos, y numerosos proyectos e importantes inversiones se realizaron en los pueblos, de tal forma, que nunca antes estuvieron dotados de tantos servicios y mejoras, y a los ojos de los visitantes, aparecen incluso, muchos de ellos, atractivos y de cierta belleza. Sin embargo, y frente a todo pronóstico, la despoblación continuaba avanzando, pero parecía que todo iba a cambiar con la entrada en la Unión Europea y surgen entonces esperanzas que se acallan con subvenciones indiscriminadas al campo, al hacer y no hacer, y unos se aprovechan de estas situaciones y otros pagan las consecuencias,  y las compensaciones económicas dirigidas a la promoción y mejora de cultivos, encuentran otros destinos de naturaleza urbana y las gentes, voluntariamente, se despiden de sus pueblos.

Dicen los sociólogos que nunca antes, en la historia de la humanidad, ha vivido tanta gente en las ciudades, nunca antes ha existido tanta emigración rural, emigraciones la mayor parte procedentes de comarcas agrícolas marginales incapaces de ofrecer a su cada vez mas necesitados  habitantes, las exigencias personales que solicitan, sean de carácter laboral, social o lúdico. Siguen diciendo los sociólogos que estos movimientos son a veces imprevisibles, y que tienen lugar en épocas de grandes cambios en el orden mundial y que son corrientes imparables que los gobiernos  no pueden detener, especialmente en aquellos lugares donde la gentes no están preparadas para afrontar tales acontecimientos.  

Muchas e importantes inversiones han realizado las diversas administraciones en esta Tierra de Campos a lo largo de los últimos cincuenta años, y nunca antes de ahora  han estado estos pueblos tan embellecidos y  cuidados en todos los aspectos, como lo están hoy en día. Pero a pesar de todas estas ilusiones y esfuerzos, nunca antes ha estado esta comarca tan poco habitada. Quizás estas inversiones administrativas fueron proyectadas con visión  más política que real, no han sido siempre lo acertadas que debieran, fueron desviadas atendiendo a otros aspectos secundarios más de moda,  y sus frutos reales han sido escasos. Y han sido escasos porque no han creado puestos de trabajo en relación con el único patrimonio que tiene esta comarca que es el campo, la agricultura, la ganadería e industrias derivadas. El espíritu de nuestras gentes del campo no se ha modificado, sigue siendo el de antes, no han recibido la formación e información que debieran para adaptarse al cambio mundial que ha experimentado esta actividad y han terminado pendientes de engañosas subvenciones para adquirir, entre otras muchas cosas, una costosa maquinaria que beneficia a un sector y a ellos los hunde cada vez mas. No se ha invertido en capital humano, no se ha  estudiado lo suficiente, no se han creado modelos de investigación experimental en el  orden asociativo amparadas por la administración. Se ha abandonado a las gentes, pero no a los pueblos, por eso ahora son las gentes las que abandonan a los pueblos. Quizá aquí había que decir aquello que alguien dijo  “no les des pescado para comer, dales cañas para que aprendan a pescar”. 


José Herrero Vallejo





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