LOS VIENTOS DE LA
DESPOBLACIÓN RURAL
Llegaron entonces los tractores a estos pueblos
agrícolas de Tierra de Campos, y cada uno de ellos rendía lo que diez hombres
con sus diez pares de mulas. Y también
llegaron máquinas cosechadoras de trigos y cebadas y un sin fin
de aperos y modernidades y, con poca ayuda, lo hacían todo. Se quiso eliminar el
minifundio, la dispersión de parcelas y se iniciaron grandes y costosos
proyectos de concentración parcelaria, y parecía que este esfuerzo económico iba
a ser suficiente para rentabilizar
nuestro medio de vida.
Los trabajadores agrícolas perdieron poco a poco sus
jornales, y las familias, contrariadas, emprendieron el camino del Norte,
necesitado de gentes, y con su huida, comenzaba la despoblación de esta laboriosa comarca. Se iban porque esta tierra no les podía alimentar, y los políticos locales de la época, alarmados
por esta sangría, instaron a niveles superiores y creyeron encontrar en la
utilización del agua, en el regadío de estos campos, secos y polvorientos, la
solución a estos problemas, al mismo tiempo que se fomentaba la practica de asociaciones y
cooperativas como remedio a tanto mal.
Pero ni
los costosos y polémicos regadíos, incapaces de ofrecer rentabilidad, expuestos a las inclemencias
climáticas de una meseta situada a gran altura sobre el nivel del mar, en donde
solamente los cultivos herbáceos son posibles, ni los grandes presupuestos destinados a la financiación de asociaciones y cooperativas,
en una tierra de feroz individualismo, consiguieron sus objetivos. A pesar de
ello se siguió apostando por esta comarca, con agrado y satisfacción de vecinos,
y numerosos proyectos e importantes inversiones se realizaron en los pueblos, de
tal forma, que nunca antes estuvieron dotados de tantos servicios y mejoras, y a
los ojos de los visitantes, aparecen incluso, muchos de ellos, atractivos y de
cierta belleza. Sin embargo, y frente a todo pronóstico, la despoblación
continuaba avanzando, pero parecía que todo iba a cambiar con la entrada en la Unión Europea y
surgen entonces esperanzas que se acallan con subvenciones indiscriminadas al
campo, al hacer y no hacer, y unos se aprovechan de estas situaciones y otros
pagan las consecuencias, y las
compensaciones económicas dirigidas a la promoción y mejora de cultivos,
encuentran otros destinos de naturaleza urbana y las gentes, voluntariamente, se
despiden de sus pueblos.
Dicen los sociólogos que nunca antes, en la historia de la humanidad, ha vivido tanta gente en las ciudades, nunca
antes ha existido tanta emigración rural, emigraciones la mayor parte
procedentes de comarcas agrícolas marginales incapaces de ofrecer a su cada vez
mas necesitados habitantes, las
exigencias personales que solicitan, sean de carácter laboral, social o lúdico.
Siguen diciendo los sociólogos que estos movimientos son a veces imprevisibles, y que tienen lugar en épocas de grandes cambios en el orden mundial y que son
corrientes imparables que los gobiernos no pueden detener, especialmente en aquellos
lugares donde la gentes no están preparadas para afrontar tales
acontecimientos.
Muchas e importantes inversiones han
realizado las diversas administraciones en esta Tierra de Campos a lo largo de
los últimos cincuenta años, y nunca antes de ahora han estado estos pueblos tan embellecidos y cuidados en todos los aspectos, como lo están
hoy en día. Pero a pesar de todas estas ilusiones y esfuerzos, nunca antes ha estado
esta comarca tan poco habitada. Quizás estas inversiones administrativas fueron
proyectadas con visión más política que
real, no han sido siempre lo acertadas que debieran, fueron desviadas
atendiendo a otros aspectos secundarios más de moda, y sus frutos reales han sido escasos. Y han
sido escasos porque no han creado puestos de trabajo en relación con el único
patrimonio que tiene esta comarca que es el campo, la agricultura, la ganadería
e industrias derivadas. El espíritu de nuestras gentes del campo no se ha
modificado, sigue siendo el de antes, no han recibido la formación e información
que debieran para adaptarse al cambio mundial que ha experimentado esta
actividad y han terminado pendientes de engañosas subvenciones para adquirir,
entre otras muchas cosas, una costosa maquinaria que beneficia a un sector y a
ellos los hunde cada vez mas. No se ha invertido en capital humano, no se ha estudiado lo suficiente, no se han creado
modelos de investigación experimental en el
orden asociativo amparadas por la administración. Se ha abandonado a las
gentes, pero no a los pueblos, por eso ahora son las gentes las que abandonan a
los pueblos. Quizá aquí había que decir aquello que alguien dijo “no les des pescado para comer, dales cañas
para que aprendan a pescar”.
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