lunes, 30 de mayo de 2016

Mayas de mayo

MAYAS  DE  MAYO
                                                                                     
                                                                   a los que entonces eran  niños
                                                                                        
Alrededor de estos pueblos de Tierra de Campos, en las cercas, en las proximidades de sus casas,  se encuentran las eras, esos espacios de terreno de pequeñas dimensiones, firmes y limpios, cubiertos de suave hierba, de superficie lisa y cuidada, que cuentan, a veces, con una pequeña construcción de adobe, con puerta rústica, de gran utilidad, en otros tiempos.

Todos los labradores de aquellas épocas, poseían una era, y era allí, en la propia era, donde pasaban el verano con trabajos, sudores y alegrías. Hasta allí acarreaban la mies en aquellos carros grandes y panzudos, armados y con mallas, mies  que amontonada en los campos de rastrojo,  esperaba su llegada. Con aquellos "garios" de palo largo en sus manos, y ayudados de fuerza bruta, la cargaban y  trillaban, hasta desprender de la espiga, el grano dorado, tan querido ,            


Acuarela original de Eladio Torres. Trabajos en la era de recolección de la cosecha.


Cuando todo aquel ajetreo  terminaba, y llegaba la tranquilidad a los campos, las gentes, los pueblos y también  la era descansaba, y poco a poco, recobraba  su antigua semblanza, y se reverdecía de nuevo con el verde  de las aguas invernales,  y en su descanso, era visitada por curiosos tordos  y palomas, y algunas veces,  hasta pastaban en ella  los rebaños de ovejas.

Aquel aterciopelado verde de la era, viciado de fríos y soles y suavizado de primavera, a finales de abril y primeros de mayo, de la noche a la mañana, se ve sorprendida por el silvestre brotar  de diminutas y hermosas flores blanquecinas, las mayas, las flores de las eras, las flores de mayo y, decían entonces, que ya la era, mayeaba. De pétalos blanquecinos y corola blanca, adornada de rojo, de centro amarillento y  olor a primavera,, en desorden y plena libertad, en pequeños corros, adornaban  la era, margaritas mayuelas para la Virgen. A veces, eran tantas, que la era parecía que había sido cubierta con un gran mantel blanco, y los niños, atraídos por esta novedad, acudían a ella, y algunos, en juego infantil, arrancaban uno a uno sus pétalos, intentando conocer, al finalizar, respuesta a  algunas de sus preguntas. Y allí, con mucha paciencia, cortaban con rabo largo cada una de ellas y formando pequeños ramilletes, aquellas cuadrillas de muchachos se dirigían, con alborozo, al pequeño altar que en la plaza de su barrio habían construido,  presidido por una rústica cruz armada con algunos palos, la cruz de mayo.

   Esa era la Fiesta de la Cruz de Mayo en muchos de nuestros pueblos castellanos, donde una flor, sencilla y vistosa, de pequeño porte y blanquecino cuerpo, la primera en florecer, era el regalo que niños y niñas  de aquellas épocas, hacían a la Virgen, en el mes de las flores, el mes de mayo.


José Herrero Vallejo




2 comentarios:

  1. Soy uno de los pocos habitantes de Marcilla de Campos.
    Recientemente he descubierto este blog. Mi más sincera enhorabuena a José Herrero, al que me gustaría conocer, por su sabiduría, su sensibilidad y estilo literario. Comparto sus ideas e inquietudes. Lucho cada día por que se conserven los valores de mi pueblo y por extensión los de Tierra de Campos, intentando que lleguen a las personas interesadas en la cultura.
    Gracias José por compartir tus conocimientos. Disfruto leyendo tus artículos.
    Estás invitado a conocer Marcilla.
    Fernando Estébanez Gil.

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  2. Muchas gracias, Jose, una vez más, por enviarme tu jugoso artículo. Por tu interés en mantener y difundir --con tanto cariño y serio conocimiento-- las tradiciones y variados aspectos de la cultura palentina.
    Yo recuerdo cómo jugaba de niño en las eras, en mi pueblo, Paredes de Nava.
    Agustín Moreno Muguruza.

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