MAYAS DE MAYO
a los que entonces eran niños
Alrededor de estos
pueblos de Tierra de Campos, en las cercas, en las proximidades de sus casas, se encuentran las eras, esos espacios de
terreno de pequeñas dimensiones, firmes y limpios, cubiertos de suave hierba,
de superficie lisa y cuidada, que cuentan, a veces, con una pequeña construcción de adobe, con
puerta rústica, de gran utilidad, en otros tiempos.
Todos los
labradores de aquellas épocas, poseían una era, y era allí, en la propia era, donde pasaban el
verano con trabajos, sudores y alegrías. Hasta allí acarreaban la mies en aquellos carros grandes y panzudos, armados
y con mallas, mies que amontonada en los campos de rastrojo, esperaba su llegada. Con aquellos "garios" de palo largo en sus manos, y ayudados de fuerza bruta, la cargaban y trillaban, hasta desprender de la espiga, el grano dorado, tan querido ,
Aquel
aterciopelado verde de la era, viciado de fríos y soles y suavizado de
primavera, a finales de abril y primeros de mayo, de la noche a la mañana, se
ve sorprendida por el silvestre brotar de
diminutas y hermosas flores blanquecinas, las mayas, las flores de las eras,
las flores de mayo y, decían entonces, que ya la era, mayeaba. De pétalos
blanquecinos y corola blanca, adornada de rojo, de centro amarillento y olor a primavera,, en desorden y plena
libertad, en pequeños corros, adornaban la era, margaritas mayuelas para la Virgen. A veces, eran tantas, que
la era parecía que había sido cubierta con un gran mantel blanco, y los niños, atraídos por esta novedad, acudían a ella, y algunos, en juego infantil, arrancaban uno a uno sus pétalos, intentando conocer, al finalizar, respuesta
a algunas de sus preguntas. Y allí, con
mucha paciencia, cortaban con rabo largo cada una de ellas y formando pequeños
ramilletes, aquellas cuadrillas de muchachos se dirigían, con alborozo, al pequeño
altar que en la plaza de su barrio habían construido, presidido por una rústica cruz armada con
algunos palos, la cruz de mayo.
Esa era la Fiesta de la Cruz de Mayo en muchos de nuestros pueblos castellanos, donde una flor, sencilla y vistosa, de pequeño porte y blanquecino cuerpo, la primera en florecer, era el regalo que niños y niñas de aquellas épocas, hacían a la Virgen, en el mes de las flores, el mes de mayo.
Soy uno de los pocos habitantes de Marcilla de Campos.
ResponderEliminarRecientemente he descubierto este blog. Mi más sincera enhorabuena a José Herrero, al que me gustaría conocer, por su sabiduría, su sensibilidad y estilo literario. Comparto sus ideas e inquietudes. Lucho cada día por que se conserven los valores de mi pueblo y por extensión los de Tierra de Campos, intentando que lleguen a las personas interesadas en la cultura.
Gracias José por compartir tus conocimientos. Disfruto leyendo tus artículos.
Estás invitado a conocer Marcilla.
Fernando Estébanez Gil.
Muchas gracias, Jose, una vez más, por enviarme tu jugoso artículo. Por tu interés en mantener y difundir --con tanto cariño y serio conocimiento-- las tradiciones y variados aspectos de la cultura palentina.
ResponderEliminarYo recuerdo cómo jugaba de niño en las eras, en mi pueblo, Paredes de Nava.
Agustín Moreno Muguruza.