miércoles, 11 de mayo de 2016

Un Rey para el día de Castilla y León


UN REY PARA EL DÍA DE CASTILLA Y LEÓN


Procesión que tiene lugar todos los años el Día del Santo Patrono
en el lugar de su nacimiento, el pueblo zamorano de
Peleas de Arriba.
    Estos pueblos castellanos y leoneses, desconocedores  muchos de su propia historia, parece que quieren desmarcarse ahora de todo aquello  que en el pasado señaló su propia identidad, y olvidados. y alejándose de él, buscan  nuevos caminos que acrediten su modernidad.

     Y en esta búsqueda, que no puede ser  otra que aquella que se apoya en el trabajo y productividad, en el esfuerzo, en la creación y buen hacer de las cosas, puede suceder que, perdidos, caigan de nuevo en el error y una vez más en el peligro de desviar estas pretensiones hacia rencillas y enfrentamientos políticos que alejen más a esta Comunidad de una deseable prosperidad.

Recreación pictórica del que pudo ser el monasterio de
Santa María de Valparaíso, mandado construir por el
rey Fernando en el lugar de su nacimiento. Dicen
las crónicas que fue uno de los monasterios mejor y más
ricamente dotados de la cristiandad, que desapareció por
motivo de la desamortización.
    Escribo todo esto porque he visto desde mi posición de observador ecuánime, que cuando se acerca la festividad del Día de la Comunidad de Castilla y León, los periódicos, radios y en general medios de comunicación de las diversas provincias, calientan el ambiente con dispares opiniones acerca del significado de lo que este día se festeja. Artículos, cartas al director, emisiones radiofónicas, programas televisivos  contraponen opiniones y algunas  llegan hasta expresar nerviosismo y odio acerca del evento. Este año todavía ha sido peor, pues según dice la prensa, ha habido enfrentamiento físico entre unos y otros castellanos asistentes a los actos, enfrentamiento que como es lógico no puede en los tiempos actuales ir a más, pero refleja bien, a mi manera de ver, el agrio y forzado espíritu que existe en la famosa Campa de Villalar de los Comuneros.

Hoy recuerda el lugar de su nacimiento una pequeña
capilla al pie de la carretera a manera de castillete
donde el cuerpo de Ingenieros del Ejército y Asociaciones
Fernandinas le rinden homenaje el día de su santo.
    Cuando  los planteamientos nacionales se hicieron  distintos a los  que ya existían desde que los Reyes Católicos en 1492  unieron los pueblos de España, fue necesario entonces, en el año 1.983, poner día de fiesta a la flamante y recién creada Comunidad de Castilla y León, pues los tiempos así lo exigieron.

    Creo sinceramente, sin ánimo de ofender, ni de entrar en polémicas, que esta elección que se hizo entonces  no fue acertada, ni mucho menos la más idónea, por  hechos simples que saltan a la vista. No es bueno festejar el recuerdo de una guerra, una guerra  fraticida, entre hermanos, y además, entre castellanos y en la que murieron dramáticamente, en ambos lados, patriotas por defender unos ideales, ideales que  casi a quinientos años de distancia, podemos nosotros, sin partidismos, difícilmente valorar y menos ser motivo de nuevos enfrentamientos. Por otra parte podemos decir, ¿y los leoneses que tienen que ver en esto? ¿quién los representa?, no es de extrañar que muchos de ellos no estén de acuerdo y se ausenten y distancien. Más cosas se podían decir, pero creo que no es necesario echar más leña al fuego.

    No son los Comuneros un hecho de nuestra historia para festejar y menos para la fiesta de la Comunidad, aunque sí, desde luego, debemos recordarlos con admiración, pero  de otra manera, pues reivindicar  sus ideales, que fueron entonces contrapuestos y hoy obsoletos, siguen absurdamente enfrentando  a  castellanos y distanciando de ellos a los leoneses.

    Esta manera tan desacertada de ver las cosas, usurpó entonces el liderazgo de esta Comunidad a una figura  de grandeza histórica, aquél Rey hijo de Alfonso IX, Rey de León y de Doña Berenguela, Reina de Castilla, que por derecho le pertenece, pues fue el Rey que unió estos dos reinos, el que hermanó para siempre a castellanos y leoneses, el que luchó sin cuartel hasta conseguir que estas tierras fueran una sola tierra, una sola idea, el llamado Fernando III Rey de Castilla y León. Muchos historiadores conceden a esta figura histórica una importancia solamente igualada por Isabel la Reina Católica, y muchas instituciones, como la propia Iglesia Católica, consciente de su liderazgo político, social y cristiano, de su fama popular,  quiso hacerlo suyo, canonizándolo muchos siglos después de su muerte. Otros regímenes políticos recientes, no menos conocedores del personaje, lo incluyeron sin dudas en su haber y fue en su ideología, durante mucho tiempo,  ejemplo de las juventudes, de los flechas y pelayos... Las malas lenguas dicen que por todos estos motivos, los políticos de entonces  quisieron desmarcarse del personaje tratando de buscar otra orientación, pero los inventos históricos no progresan, ni son, ni serán éxitos, por mucho que se intente.

 

                                                                                     José Herrero Vallejo

No hay comentarios:

Publicar un comentario