jueves, 12 de mayo de 2016

Fernando III, Rey de Castilla y León


FERNANDO III REY DE CASTILLA Y LEÓN

                            A la Federación de Casas Regionales de Castilla y León en Madrid                                                                                                                              

Miniatura del Túmulo A de la catedral de Santiago de
Compostela.

  La muy leal ciudad de Sevilla, todos los años, cuando finaliza el mes de mayo, se engalana de  flores y de cielo azul primaveral, como eterno homenaje a un Rey de Castilla y León, que al llegar aquí por vez primera, quedó tan prendado de estos cálidos y luminosos aires, tan encantado de florida y blanda tierra, que luchó con todo su ahínco  hasta hacerla suya, y convencido, se quedó aquí para siempre.

Sevilla, recelosa,  guarda sus restos mortales en lujoso cofre de plata al pie de la Virgen de los Reyes que preside  la regia estancia catedralicia, y todos los  30 de mayo, desde  1.252, en que pasó a mejor vida, rinde homenaje a  Fernando III Rey de Castilla y León, campeador y místico, santo y guerrero, patrón de un pueblo, de una Sevilla agradecida.

Retablo mayor de la catedral de Sevilla.
Es un rey nacido y criado en la Castilla medieval, en las austeras tierras leonesas, un rey que se había hecho grande en la ruda y polvorienta llanura, y allí había aprendido el arte de la guerra, del esfuerzo, y del sacrificio. Allí se había hecho hombre cabal. Es el mismo  que ganó mil batallas,  el que  conquistó Jaén, Córdoba Murcia, Sevilla, tantos sitios y lugares, el que la cristiandad le hizo santo. Es el hijo de Alfonso IX Rey de León y de Doña Berenguela Reina de Castilla, es el Rey que unió estos dos reinos, el que hermanó para siempre a castellanos y leoneses, el que luchó sin cuartel hasta conseguir que estas tierras fueran una sola tierra, una sola idea.
   
Dicen, que a la "tercera va la vencida", y así fue como se unieron Castilla y León , pues estos territorios, de límites entonces desdibujados y de riqueza singular, fueron codiciados por muchos, y motivo de enfrentamientos, guerras y derramamiento de sangre, durante siglos, de uniones y separaciones violentas. El destino hizo que un personaje de sangre real  apareciera en su historia, y a pesar de ser lejano en la heredad de los reinos, la suerte,  aliada a su sabiduría y constancia, la generosidad de una madre reina, y la incomprensión de un padre rey, enemistado con su hijo, hizo posible que en el año 1.230,  el Reino de Castilla y el Reino de León,  tuvieran una misma Corona en la testa del joven Fernando, llamado el III, y fue esta unión el punto de partida, el punto de apoyo de la palanca que forzó la Reconquista.

Don Fernando, no fue monje, ni clérigo, ni prelado, pero la sociedad de su tiempo le distinguió con el sobrenombre de santo por la ejemplaridad cristiana de su comportamiento, a pesar de no existir, en aquel entonces, normas espirituales expresamente a seguir, para alcanzar tal dignidad.  Fue un hombre laico, casó dos veces con bellas princesas de otros países, que le dieron quince hijos, además de militar, guerrero y férreo  batallador,  legislador y justiciero gobernante. En lo personal, dicen las crónicas que cuidaba su persona y apariencia, gustaba de trovas y canciones, era aficionado al juego y la danza, amante de su familia, y de sus vasallos, valiente, cortés y afable, que la Iglesia canonizó cuatrocientos años después de su muerte.

Nosotros le recordamos, no solamente por ser el Rey más importante de la larga Reconquista de Hispania, sino, además de los hechos señalados, por otros de índole distinta, pero no menos importantes. Instauró el idioma castellano como lengua oficial de las leyes y documentos públicos en sustitución del latín; preparó la codificación de nuestro Derecho y dicen que el florecimiento jurídico y literario de la corte de su hijo Alfonso X el Sabio, fue fruto de su padre.

Creó la marina de guerra de Castilla, introdujo por vez primera el castillo y el león en banderas, escudos y gallardetes y que hoy siguen siendo todavía nuestros signos de identidad. Emprendió las construcciones de las catedrales de Burgos, Toledo y León. Protegió la cultura fusionando las Universidades de Salamanca y Palencia, dotó generosamente iglesias, monasterios y órdenes militares, suprimió muchas prerrogativas feudales y tantas cosas, que en este encorsetado artículo, en imposible resaltar.

El Fuero Juzgo.
Conviene recordar, que este Rey, incansable, en el año 1.241, después de la conquista de Córdoba, decide atender al ordenamiento de los pueblos y al de sus gentes, y restaura oficialmente el código visigodo, o Fuero Juzgo, y otros tantos e importantes hechos con la que no queremos cansar a nuestro lectores.  


Pero este Rey, ha tenido  mala suerte, alguna vez tenía que ser. Los Comuneros se cruzaron en la historia, en el camino de su recuerdo, y las  gentes le usurparon el liderazgo de la flamante Comunidad Autónoma de Castilla y León, nadie es profeta en su tierra..
 
Decepcionados por tan  legendarios olvidos , en este día, 30 de mayo, es de obligado cumplimiento, recordar y  felicitar, en su onomástica, a todos aquellos que tienen el honor de  llevar en su nombre de pila, el de este Rey, Fernando III el Santo.  

                    José Herrero Vallejo

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