sábado, 7 de mayo de 2016

La Puerta de los Novios Reales



LA PUERTA DE LOS NOVIOS REALES   


 
Dicen las Crónicas que procedentes del África lejana, llegaron a la ciudad de Alcalá cincuenta jinetes en cincuenta briosos corceles blancos, caballeros de profesión cristiana que se decían descendientes de  godos y a los que llamaban Farfanes. Ejercitados a la manera de la milicia africana, dominaban la destreza de volver y revolver los caballos con toda gentileza, en saltar con ellos, en correrlos, en apearse y jugar de las lanzas y todo el espectáculo a sueldo del Rey de Marruecos.

Próximo a aquel lugar, quiso el Rey Nuestro Señor Juan de Castilla, un domingo 9 de octubre de 1390, después de misa, ver lo que hacían tales caballeros y salió al campo acompañado de sus Grandes y Cortesanos, en caballo  muy hermoso y lozano. Antojósele de correr una carrera, arrimóle las espuelas, corrió por  campos recién labrados,  tropezó el caballo en  los surcos desiguales y cayó al suelo  con tanta furia  que quebrantó al rey, que no era muy recio ni muy sano, de guisa que a la hora rindió el alma.

No hay bienandanza que dure, ni alegría que presto no se mude en contrario, decían entristecidas las gentes cortesanas de la ciudad de Palencia, cuando de tan horrible noticia se enteraron. Todavía estaba fresco en sus mentes el recuerdo de las pomposas fiestas que tuvieron lugar en esta ciudad con motivo de los esponsales del llamado Príncipe de Asturias, designación que ensalzaba por vez primera al heredero de la corona castellana.

Dicen también las crónicas que esta boda fue, como otras de aquella época, de exclusivo interés real, buscando en ella que el sosiego y la ansiada paz llegaran a las martirizadas tierras castellanas. Disturbios y guerras no cesaron durante todo el reinado de Juan I y quizás, cansado este Rey de las disputas a que daba lugar la legalidad de la reinante casa Trastamara, acosado y agobiado por el inglés duque de Lancaster, tomó una decisión salomónica. Ideó un enlace conveniente a los dos bandos en litigio a la corona castellana y casar a su hijo heredero Enrique, con la representante de la rama legitimista aspirante al trono: doña Catalina de Lancaster, nieta del rey asesinado Don Pedro I, llamado el Cruel, en cuya persona los legalistas veían al heredero legítimo de la corona.

Firmó un tratado que se llamó de Bayona, de excesivas condiciones económicas a favor de los ingleses, que llenó de impuestos y empobreció los campos castellanos. Concedió pueblos y ciudades y muchas cosas más, pero en su pensamiento estaba todavía cercana la derrota de Aljubarrota, donde tantos nobles castellanos murieron, por ello a cambio de tanta humillación, consiguió cesar el temido rumor de las armas.

En la "Cronica de Juan I", referente a su décimo año de reinado, se refleja de forma bastante pormenorizada el acuerdo alcanzado entre el rey castellano y el duque inglés, que dice" : Otrosi,   pusieron e ordenaron los dichos rey Don Juan y el duque de Alacastre en sus tratos que el dicho infante don Enrique oviese título de se llamar Príncipe de Asturias, e la dicha doña Catalina Princesa. Otrosi, mandamos al dicho infante, mi fijo, que la tierra de las Asturias que Nos tomamos para la Corona del Regno, por los yerros que el conde don Alfonso nos fizo, que nunca la de a otra persona, salvo que sea siempre de la Corona, así como Nos prometimos a los de dicha tierra cuando Nos la recibimos"

Y un día del avanzado verano del año de 1.388, un Príncipe de 10 años de edad, flaco y endeble, que fue llamado el Doliente, acompañado de su novia, una dama de 14 años “mucho fea, que tanto parescie home como mujer”, entraron en aquella Iglesia Catedral, para ser declarados marido y mujer, por la puerta de El Salvador que la gente ya conoce con el nombre de Puerta de los Novios.

No sospechaban entonces, que poco tiempo después, a pesar de su juventud, la tragedia les llevaría a colocar precipitadamente sobre sus sienes, el dorado peso de la corona castellana.



José Herrero Vallejo


Puerta llamada "de los Novios" de la catedral de Palencia.

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