CAMPOS INSOLIDARIOS
Algunas gentes de estos pueblos agrícolas de la
meseta castellana, al igual que otras muchas que viven en otros lugares de esta
gran piel de toro, nunca están
conformes, y con un espíritu negativo,
muestran continuamente su contrariedad.
Otras veces, las más, acostumbran inconscientemente a encontrar algún culpable
de las situaciones difíciles, y de esta
forma, se tranquilizan y resuelven su desasosiego. No participar, ni
colaborar desinteresadamente en la
comunidad, es norma habitual, pues se
supone que alguien determinado puede ser beneficiado de ello, y se practica con
asiduidad el suponer la obligación que tienen otros de resolver
los problemas de los demás, y acusarlos, además, de incompetentes. Siempre hay motivos de
enfrentamientos, y la amistad se fractura con facilidad y cierta frecuencia, unas
veces porque unos se creen que han sido motivo de desconsideración por parte de
otros o bien por todo lo contrario, aunque con frecuencia se recompone sin
dificultades.
Se practica con asiduidad la desidia y el desinterés, pero se protesta
desairadamente cuando no se consiguen los objetivos en cuya gestión ellos no
han participado, ni tan siquiera conocen. Es decir, echar la culpa a otros,
generalmente a aquellos que por los motivos que sean no gustan, es una
costumbre aquí muy arraiga.
No se consiente que vecinos conocidos de siempre, alcancen situaciones
económicas o sociales superiores a su condición anterior y tal intranquilidad, se justifica acusándole de participar o conseguir algo casi siempre ilegal. Cuando estos
vecinos, siempre disconformes, participan en algún asunto de la comunidad, son
reivindicativos e impositivos y no buscan el diálogo y las buenas maneras, sino
imponer ante todo su criterio.
Algunos dicen que esta forma de ser, de actuación frente al vivir, es
obra de un pasado, de las penas y dificultades, de cuando vivir era más difícil. Otros dicen que de alguna
forma hay que ser, y aquí a muchos les ha tocado ser así, que la sequedad de los
campos, la aridez de la tierra, los fríos y los calores extremos han mellado su interior Que el único medio de
subsistencia ha sido aquí el trabajo del campo, el laboreo de una tierra arisca
que nunca ha dado nada si no es a cambio de esfuerzo humano, que nunca ha sido
generosa y las gentes pegados a ella, han tomado su color.
Los analistas estudiosos de estos asuntos referidos al modo de decir,
de hacer y de ser, dicen que todo ello se encuentra inculcado en lo que se
llama carácter, que es aquello que se hace, que se va elaborando, que se
va adquiriendo inconscientemente, que lo transmite el ambiente, aquello que no
es heredado.
Estos comentarios son algunas conclusiones parciales de las muchas a
las que ha llegado un grupo de expertos
y analistas sociales, de antropólogos y amantes de nuestra tierra, que se
reunieron en la capital de España hace ya unos días, para estudiar el fenómeno
de la despoblación de nuestros pueblos agrícolas. Todos coinciden en la gran
riqueza de los campos agrícolas de Tierra de Campos, de las infinitas posibilidades agrarias de su único
patrimonio que es el campo y culpan directamente de este caos, del gran deterioro y despoblación rural, entre otras
cosas, al feroz individualismo que existe entre las gentes de
esta comarca agraria, que impide una adecuada y correcta explotación
comunitaria de la tierra y sus frutos. Señalan que los actuales hombres del
campo desconfían de la misma tierra, de sus labores, del clima, de la cosecha y
ello les lleva también a desconfiar de los demás y siendo su profesión
agricultores, no es posible que en estos medios fructifiquen las llamadas cooperativas, unión
de esfuerzos y de confianzas, de trabajo en equipo que en la actualidad son las únicas modalidades que permiten incidir en
el mundo de la economía agraria.
Concluyen, aconsejando a la Administración, que los nuevos proyectos e
inversiones económicas en Tierra de
Campos, no vayan como hasta ahora dirigidas a ilusionar al personal, deben de
ser dirigidos a la formación profesional de estas gentes, a fomentar la
vocación de emprender, ya que serán ellas en definitiva las que con su conocimiento
y profesionalidad, devuelvan a esta tierra la riqueza que le corresponde.
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