domingo, 22 de mayo de 2016

Campos insolidarios


CAMPOS INSOLIDARIOS


           Algunas  gentes de estos pueblos agrícolas de la meseta castellana, al igual que otras muchas que viven en otros lugares de esta gran piel de toro, nunca están conformes,  y con un espíritu negativo, muestran continuamente su  contrariedad. Otras veces, las más, acostumbran inconscientemente a encontrar algún culpable de las situaciones difíciles,  y de esta forma, se tranquilizan y resuelven su desasosiego. No participar, ni colaborar  desinteresadamente en la comunidad, es norma habitual, pues  se supone que alguien determinado puede ser beneficiado de ello, y se practica con asiduidad  el suponer  la obligación que tienen otros de resolver los problemas de los demás, y acusarlos, además, de incompetentes. Siempre hay motivos de enfrentamientos, y la amistad se fractura con facilidad y cierta frecuencia, unas veces porque unos se creen que han sido motivo de desconsideración por parte de otros o bien por todo lo contrario, aunque con frecuencia se recompone sin dificultades.

Se practica con asiduidad la desidia y el desinterés, pero se protesta desairadamente cuando no se consiguen los objetivos en cuya gestión ellos no han participado, ni tan siquiera conocen. Es decir, echar la culpa a otros, generalmente a aquellos que por los motivos que sean no  gustan, es una costumbre aquí muy arraiga.

No se consiente que vecinos conocidos de siempre, alcancen situaciones económicas o sociales superiores a su condición anterior y tal intranquilidad, se justifica acusándole de participar o conseguir  algo casi siempre ilegal. Cuando estos vecinos, siempre disconformes, participan en algún asunto de la comunidad, son reivindicativos e impositivos y no buscan el diálogo y las buenas maneras, sino imponer ante todo su criterio.

Algunos dicen que esta forma de ser, de actuación frente al vivir, es obra de un pasado, de las penas y dificultades, de cuando  vivir era más difícil. Otros dicen que de alguna forma hay que ser, y aquí a muchos les ha tocado ser así, que la sequedad de los campos, la aridez de la tierra, los fríos y los calores extremos han mellado  su interior Que el único medio de subsistencia ha sido aquí el trabajo del campo, el laboreo de una tierra arisca que nunca ha dado nada si no es a cambio de esfuerzo humano, que nunca ha sido generosa y las gentes pegados a ella, han tomado su color.

Los analistas estudiosos de estos asuntos referidos al modo de decir, de hacer y de ser, dicen que todo ello se encuentra inculcado en lo que se llama carácter, que es aquello que se hace, que se va elaborando, que se va adquiriendo inconscientemente, que lo transmite el ambiente, aquello que no es heredado.

Estos comentarios son algunas conclusiones parciales de las muchas a las que ha llegado  un grupo de expertos y analistas sociales, de antropólogos y amantes de nuestra tierra, que se reunieron en la capital de España hace ya unos días, para estudiar el fenómeno de la despoblación de nuestros pueblos agrícolas. Todos coinciden en la gran riqueza de los campos agrícolas de Tierra de Campos, de las   infinitas posibilidades agrarias de su único patrimonio que es el campo y culpan directamente de este caos, del gran  deterioro y despoblación rural, entre otras cosas, al feroz individualismo que existe entre las gentes de esta comarca agraria, que impide una adecuada y correcta explotación comunitaria de la tierra y sus frutos. Señalan que los actuales hombres del campo desconfían de la misma tierra, de sus labores, del clima, de la cosecha y ello les lleva también a desconfiar de los demás y siendo su profesión agricultores, no es posible que en estos medios  fructifiquen las llamadas cooperativas, unión de esfuerzos y de confianzas, de trabajo en equipo que  en la actualidad son  las únicas modalidades que permiten incidir en el mundo de la economía agraria.
           
Concluyen, aconsejando a la Administración, que los nuevos proyectos e inversiones económicas  en Tierra de Campos, no vayan como hasta ahora dirigidas a ilusionar al personal, deben de ser dirigidos a la formación profesional de estas gentes, a fomentar la vocación de emprender, ya que serán ellas en definitiva las que con su conocimiento y profesionalidad, devuelvan a esta tierra la riqueza que le corresponde.


José Herrero Vallejo




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