EL CANAL DE CASTILLA
Una vía de ilusiones
A mi amigo José Ramón López Fando.
Amanecía, y ya un sol desbordante calentaba la feliz mañana del día 11 de junio de 1753. La tierra se mostraba dura, compacta, virgen por milenios, pero era tal la ilusión y el empeño que se había puesto en aquella obra, que la parda arcilla no parecía lo que era, y se dejaba levantar sin dificultad, como si también ella quisiera contribuir a tan magno acontecimiento. Un trajín de gentes, de voces y esfuerzos, de nervios y trabajos, de caballerías, condimentado todo ello con una espesa polvareda, hacían realidad, aquella luminosa mañana, lo que hace ya muchos años antes, había pasado como una ráfaga de ilusión, por la cabeza de algún despejado gobernante.
Comenzaban las obras del Canal de Castilla, esperanza de esta tierra laboriosa, que sobrada del fruto de sus esfuerzos campesinos, pretendía llevar sus ilusiones agrícolas más allá de las fronteras. Las veredas de andadura y los destartalados caminos carreteros, imposibilitaban transportar con economía los excedentes de las cosechas de trigo de la meseta castellana allá, donde tan preciado bien, era escaso.
Y fueron aquellas mentes ilustradas, aquellos gobernantes llenos de cultura y pletóricos de ansiedad por hacer, por sacar a la España negra del ostracismo en que estaba sumergida, los que soñaron una idea atractiva y al mismo tiempo novedosa, para librar de su agonía las secas y polvorientas tierras de Campos. ¡Agua, agua, para estas tierras! exclamaban los esforzados hombres de la Ilustración. Agua que corra mansamente por la llanura reseca, agua que encauzada y dirigida viaje hacia lugares lejanos, barcazas repletas de trigo que navegando surquen la meseta camino del norte, buscando tal vez el mar. Y ese sueño, fue para esta tierra, años después, una realidad.
Dicen que visto desde lo alto, el canal parece como si fuera una enorme serpiente dotada con dos cabezas, una de ellas, situada en el pueblo vallisoletano de Medina de Rioseco, en donde termina el llamado ramal de Campos, cediendo sus aguas excedentes al río Sequillo y la otra, el ramal del Sur, en la capital de Valladolid, donde acaba devolviendo sus aguas, a donde las había tomado, al río Pisuerga. Además, la serpiente tiene su cola situada en Alar del Rey, pueblo palentino donde comienza su andadura, robándole aguas al río Pisuerga, llamado el ramal del Norte. En su largo camino de 207 Km., hace una pausa para recoger aguas del río Carrión, en el sitio llamado Calahorra de Campos y serpentea después la llanura repartiendo verde alegría y generosa humedad, y cuando el sol se fija en estas aguas de pausado caminar,sus relucientes destellos nos ciegan y no nos dejan ver la campiña lejana que, a sus espaldas, es parda como la misma tierra.
Se descuelgan sus aguas buscando su destino final, en una escalada descendente de 170 metros de desnivel, retenidas en mansa corriente, con la ayuda de cincuenta esclusas construidas a lo largo de su camino, que permiten así salvar los desniveles que ofrece el terreno, facilitando el tránsito de las barcazas que navegaban arrastradas por tracción animal,cuyas pezuñas marcaban las sirgas que delimitaban las borduras laterales de su cauce.
Fue una obra de ingeniería hidráulica colosal, en donde las piedras de sillar, restos de iglesias, palacios, conventos, yacimientos arqueológicos y demás construcciones ya perdidas, en situación de estado ruinoso, ocuparon lugar preferente en la construcción monumental de sesenta y ocho acueductos para cruzar los arroyos y ríos, que el trazado encontraba a su paso, noventa y seis puentes de comunicación y los asociados al manejo de las esclusas, dársenas, presas, diques, artilugios de retención, edificios, viaductos, aliviaderos, viviendas para escluseros y en fin, una ingente obra destinada en la imaginación de unos a la navegación, y en la de otros, al transporte de mercancías y riegos agrícolas.
A este bello hacer arquitectónico de cantería, se sumaba otro hacer penoso y forzado, dar cuerpo a la serpiente, a esa inmensa y alargada olla, excavando a pico y pala una arcilla apelmazada por siglos, movimientos de tierra para perfilar el cauce con el esfuerzo de numerosos peones, que a destajo y ordenados en cuadrillas de veinticinco, estaban al mando de un capataz. Y así, mil quinientos trabajadores diarios dedicados a estas labores, auxiliados ocasionalmente por prisioneros condenados a trabajos forzados y cientos de acémilas de carga. Así tardaron estas gentes, casi un siglo, en remover este inmenso cañaveral, millones de toneladas de tierra virgen fueron desalojadas de su lecho, reforzando con ellas los terraplenes que protegían lateralmente la construcción y que permitían el paso de los caminos de sirga. Y todo ello a costa de una negra y sudorosa historia, holgada de padeceres, enfermedades, penurias, rebeliones, castigos, epidemias y muertes. Se atendía a las necesidades humanas de aquellos trabajos, con instalaciones provisionales de estancias de descanso, lugares para la intendencia y campamentos dotados hasta de iglesia y cárcel. No faltaban destacamentos de soldados que velaban por el orden y la seguridad de toda la impedimenta desplegada para aquel trajín.
No faltaron tampoco, para aprovechar la fuerza motriz generada en los saltos de agua, la aparición progresiva de edificios con destino industrial, instalándose en el curso de los años, batanes de paños de lana, centrales electrificas, almacenes de mercancías y sobre todo, molinos de cereales, que transformados en modernas fábricas harineras, jalonaron las orillas del canal en más de cincuenta lugares e hicieron, de esta industria, una transformación social y económica importante, que dio origen a la llamada "fiebre harinera" y a la famosa harina castellana.
En todo aquel movimiento no faltaba el tesón, avaricia en el hacer, ilusiones, esfuerzos, conjuntos de gente muy distinta, como políticos, arquitectos, ingenieros, empresarios, técnicos, que tuvieron decisiones y controversias que obligaron en muchas ocasiones a la paralización de las obras y modificaciones de proyectos originales.
Pero fue principalmente la penuria económica, motivada por las guerras y luchas políticas, la que marcó el ritmo de las obras y así, en esta ocasión que comentamos, el proyecto del ramal de Campos toma un obligado descanso en su programado recorrido, y se detiene su excavación en el año 1.754 en un despoblado llamado Sahagún el Viejo, cerca del pueblo de Paredes de Nava. Pero a pesar de ello, continúan en él los trabajos de dotación arquitectónica, de tal forma, que en el año 1.791, ya disponía este lugar de instalaciones importantes, tales como un gran almacén de granos de alargada planta rectangular con acceso directo al embarcadero del canal, estancias para caballerías, varias casas para empleados, una amplia vivienda para el fiel, con huerta, un gran espacio de terreno y una ermita, de tal forma que este lugar se convirtió en la única nueva población fundada en el llamado ramal de Campos y tomó el nombre de Sahagun el Real, sobrenombre que también le fue dado a todas aquellas otras construcciones que se realizaron a costa del erario público, entonces en manos del rey.Y allí permanece el proyecto estancado, en estado de letargo, pues las arcas reales no podían mantener aquel gasto,por lo que dada su importancia, la construcción pasó a iniciativa empresarial privada.
El 10 de febrero de 1.842 se funda la Sociedad Anónima del Canal de Castilla, la cual se comprometía a finalizar el tramo del canal que desde Paredes terminaba en Medina de Rioseco (54 km), lo que se consigue en 1.849, figurando en el contrato un tiempo de explotación de setenta años.
Es a partir de esta fecha cuando el canal alcanza una gran actividad en el transporte, pues en 1.860 se contabiliza un número de 365 barcazas que surcan sus aguas.Estas barcazas eran arrastradas por tracción animal ("de sangre") a expensas de ganado mular, utilizando los caminos de sirga y portaban un tonelaje variable entre 50 y 40 toneladas y no se podía navegar en horario nocturno.
La mercancía de transporte era muy variada, pero los cereales predominaban sobre todos los demás, y especialmente la harina de trigo molturada en las harineras del Canal, que desde Tierra de Campos llegaban a Alar del Rey y desde allí, al puerto de Santander, por vía terrestre, para ser exportada a Cuba y Puerto Rico. Se había construido una camino carretero de acceso a Santander desde Reinosa, que facilitó y abarató el transporte,,ya que con anterioridad se realizaba a lomos de caballería por caminos de pezuña, lo que originaba un elevado coste de transporte. Ello originó que partidas de harina se quedaran en los pueblos de alrededor, donde se transformaba en pasta y otro derivados,origen tradicional de la industria galletera de Aguilar de Campoo.
En 1910 se produjo la reversión del Canal castellano al Estado, en situación de gran declive del transporte, en parte debido a la competencia del ferrocarril, y de otros medios de transporte, y especialmente la suspensión de las exportaciones harineras a Cuba y Puerto Rico,naciones ya independizadas.
En 1955 apenas existe tráfico de transporte, y se va produciendo, año tras año, un cierto abandono e interés por el canal de transporte, que resurge con un pujante y extenso Plan de Regadíos de Tierra de Campos de 1960. En su planteamiento inicial, este canal lo destinaban conjuntamente a transporte y regadíos, pero pronto de dieron cuenta de que estos últimos era imposible de llevarlos a cabo por la limitación de la cuantía caudal, por ello, ya entonces, se propuso la construcción de embalses, siendo el llamado de Camporredondo, sobre el río Carrión, el primero inaugurado por el rey Alfonso XIII en 1930.Una vez descartado el servicio de transporte,se recuperó su antiguo destino para riego de las secas tierras castellanas y se construyeron los embalses de Compuerto, Requejada y los llamados de Aguilar de Campoo y Cervera sobre el río Pisuerga, de tal forma que hoy se contabilizan en este hábito mas de cuarenta mil hectáreas a través del propio canal y de sus canales y acequias, como son el llamado Canal del Pisuerga, la Acequia de Palencia, la Acequia de Retención y el Canal de Macías Picavea.
En el año 1994,conscientes de las necesidades supletorias de caudales de agua para el regadío,se iniciaron las obras del canal del Cea-Carrión, con aguas procedentes del pantano de Riaño, que en una longitud de 47 km y con una capacidad en origen de 20 m3/segundo,aporta estos recursos desde el río Cea hasta el mismo Canal de Castilla, en el tramo próximo al pueblo palentino de Fuentes de Nava.
En su verde, airoso y lento recorrido, engalana hoy los campos de húmeda alegría, exhibe con orgullo su pétrea y bella arquitectura, y generoso, provee de liquido elemento a más de cuatrocientas mil sedientas bocas castellanas.
Hace más de 15 años que esta obra fue declarada Bien de Interés Cultural y quizás, olvidado entonces tal proyecto, ha renacido de nuevo por la fuerza que su propia importancia irradia, atrayendo el interés de las instituciones, pues desde hace algún tiempo vuelve el Canal de Castilla a ser noticia turística. Sin embargo, creo que este interés está sumergido en un vaivén que depende de épocas e intereses políticos, pero no deja por ello de ser una obra de arte monumental y uno de los logros más importantes de toda la historia de la ingeniería hidráulica española.
Al final, este canal, ilusión de los ilustrados del siglo XVIII, después de tantas aventuras, ha conseguido ser,en los tiempos actuales,una verdadera joya castellana, que cuidado y mantenido por las autoridades competentes,riega las ya fértiles tierras y alegra con su silueta y con su verdor, la austeridad castellana.
Se descuelgan sus aguas buscando su destino final, en una escalada descendente de 170 metros de desnivel, retenidas en mansa corriente, con la ayuda de cincuenta esclusas construidas a lo largo de su camino, que permiten así salvar los desniveles que ofrece el terreno, facilitando el tránsito de las barcazas que navegaban arrastradas por tracción animal,cuyas pezuñas marcaban las sirgas que delimitaban las borduras laterales de su cauce.
Fue una obra de ingeniería hidráulica colosal, en donde las piedras de sillar, restos de iglesias, palacios, conventos, yacimientos arqueológicos y demás construcciones ya perdidas, en situación de estado ruinoso, ocuparon lugar preferente en la construcción monumental de sesenta y ocho acueductos para cruzar los arroyos y ríos, que el trazado encontraba a su paso, noventa y seis puentes de comunicación y los asociados al manejo de las esclusas, dársenas, presas, diques, artilugios de retención, edificios, viaductos, aliviaderos, viviendas para escluseros y en fin, una ingente obra destinada en la imaginación de unos a la navegación, y en la de otros, al transporte de mercancías y riegos agrícolas.
Vuelve la navegación al canal... de otra manera. |
A este bello hacer arquitectónico de cantería, se sumaba otro hacer penoso y forzado, dar cuerpo a la serpiente, a esa inmensa y alargada olla, excavando a pico y pala una arcilla apelmazada por siglos, movimientos de tierra para perfilar el cauce con el esfuerzo de numerosos peones, que a destajo y ordenados en cuadrillas de veinticinco, estaban al mando de un capataz. Y así, mil quinientos trabajadores diarios dedicados a estas labores, auxiliados ocasionalmente por prisioneros condenados a trabajos forzados y cientos de acémilas de carga. Así tardaron estas gentes, casi un siglo, en remover este inmenso cañaveral, millones de toneladas de tierra virgen fueron desalojadas de su lecho, reforzando con ellas los terraplenes que protegían lateralmente la construcción y que permitían el paso de los caminos de sirga. Y todo ello a costa de una negra y sudorosa historia, holgada de padeceres, enfermedades, penurias, rebeliones, castigos, epidemias y muertes. Se atendía a las necesidades humanas de aquellos trabajos, con instalaciones provisionales de estancias de descanso, lugares para la intendencia y campamentos dotados hasta de iglesia y cárcel. No faltaban destacamentos de soldados que velaban por el orden y la seguridad de toda la impedimenta desplegada para aquel trajín.
Tomado del libro "El canal de Castilla" de Juan Benito Arranz. |
Vista aérea de Sahagún el Real con su ermita y construcciones adyacentes. Al fondo el pueblo de Paredes de Nava. |
Pero fue principalmente la penuria económica, motivada por las guerras y luchas políticas, la que marcó el ritmo de las obras y así, en esta ocasión que comentamos, el proyecto del ramal de Campos toma un obligado descanso en su programado recorrido, y se detiene su excavación en el año 1.754 en un despoblado llamado Sahagún el Viejo, cerca del pueblo de Paredes de Nava. Pero a pesar de ello, continúan en él los trabajos de dotación arquitectónica, de tal forma, que en el año 1.791, ya disponía este lugar de instalaciones importantes, tales como un gran almacén de granos de alargada planta rectangular con acceso directo al embarcadero del canal, estancias para caballerías, varias casas para empleados, una amplia vivienda para el fiel, con huerta, un gran espacio de terreno y una ermita, de tal forma que este lugar se convirtió en la única nueva población fundada en el llamado ramal de Campos y tomó el nombre de Sahagun el Real, sobrenombre que también le fue dado a todas aquellas otras construcciones que se realizaron a costa del erario público, entonces en manos del rey.Y allí permanece el proyecto estancado, en estado de letargo, pues las arcas reales no podían mantener aquel gasto,por lo que dada su importancia, la construcción pasó a iniciativa empresarial privada.
Tomado del libro "El canal de Castilla" de Juan Benito Arranz. |
Es a partir de esta fecha cuando el canal alcanza una gran actividad en el transporte, pues en 1.860 se contabiliza un número de 365 barcazas que surcan sus aguas.Estas barcazas eran arrastradas por tracción animal ("de sangre") a expensas de ganado mular, utilizando los caminos de sirga y portaban un tonelaje variable entre 50 y 40 toneladas y no se podía navegar en horario nocturno.
La mercancía de transporte era muy variada, pero los cereales predominaban sobre todos los demás, y especialmente la harina de trigo molturada en las harineras del Canal, que desde Tierra de Campos llegaban a Alar del Rey y desde allí, al puerto de Santander, por vía terrestre, para ser exportada a Cuba y Puerto Rico. Se había construido una camino carretero de acceso a Santander desde Reinosa, que facilitó y abarató el transporte,,ya que con anterioridad se realizaba a lomos de caballería por caminos de pezuña, lo que originaba un elevado coste de transporte. Ello originó que partidas de harina se quedaran en los pueblos de alrededor, donde se transformaba en pasta y otro derivados,origen tradicional de la industria galletera de Aguilar de Campoo.
En 1910 se produjo la reversión del Canal castellano al Estado, en situación de gran declive del transporte, en parte debido a la competencia del ferrocarril, y de otros medios de transporte, y especialmente la suspensión de las exportaciones harineras a Cuba y Puerto Rico,naciones ya independizadas.
En 1955 apenas existe tráfico de transporte, y se va produciendo, año tras año, un cierto abandono e interés por el canal de transporte, que resurge con un pujante y extenso Plan de Regadíos de Tierra de Campos de 1960. En su planteamiento inicial, este canal lo destinaban conjuntamente a transporte y regadíos, pero pronto de dieron cuenta de que estos últimos era imposible de llevarlos a cabo por la limitación de la cuantía caudal, por ello, ya entonces, se propuso la construcción de embalses, siendo el llamado de Camporredondo, sobre el río Carrión, el primero inaugurado por el rey Alfonso XIII en 1930.Una vez descartado el servicio de transporte,se recuperó su antiguo destino para riego de las secas tierras castellanas y se construyeron los embalses de Compuerto, Requejada y los llamados de Aguilar de Campoo y Cervera sobre el río Pisuerga, de tal forma que hoy se contabilizan en este hábito mas de cuarenta mil hectáreas a través del propio canal y de sus canales y acequias, como son el llamado Canal del Pisuerga, la Acequia de Palencia, la Acequia de Retención y el Canal de Macías Picavea.
En el año 1994,conscientes de las necesidades supletorias de caudales de agua para el regadío,se iniciaron las obras del canal del Cea-Carrión, con aguas procedentes del pantano de Riaño, que en una longitud de 47 km y con una capacidad en origen de 20 m3/segundo,aporta estos recursos desde el río Cea hasta el mismo Canal de Castilla, en el tramo próximo al pueblo palentino de Fuentes de Nava.
En su verde, airoso y lento recorrido, engalana hoy los campos de húmeda alegría, exhibe con orgullo su pétrea y bella arquitectura, y generoso, provee de liquido elemento a más de cuatrocientas mil sedientas bocas castellanas.
Hace más de 15 años que esta obra fue declarada Bien de Interés Cultural y quizás, olvidado entonces tal proyecto, ha renacido de nuevo por la fuerza que su propia importancia irradia, atrayendo el interés de las instituciones, pues desde hace algún tiempo vuelve el Canal de Castilla a ser noticia turística. Sin embargo, creo que este interés está sumergido en un vaivén que depende de épocas e intereses políticos, pero no deja por ello de ser una obra de arte monumental y uno de los logros más importantes de toda la historia de la ingeniería hidráulica española.
Al final, este canal, ilusión de los ilustrados del siglo XVIII, después de tantas aventuras, ha conseguido ser,en los tiempos actuales,una verdadera joya castellana, que cuidado y mantenido por las autoridades competentes,riega las ya fértiles tierras y alegra con su silueta y con su verdor, la austeridad castellana.
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